La condena contra el fundador de WikiLeaks se debe a la violación de su libertad condicional cuando estaba refugiado en la embajada de Ecuador, en 2012.
Este es, sin embargo, solo el primer capítulo de la batalla legal que le espera al australiano, requerido por Estados Unidos para juzgarlo por “piratería informática”. Este jueves debe enfrentar una vista judicial por ese motivo, en un proceso que podría alargarse hasta dos años.
Assange compareció ante el tribunal con un aspecto sensiblemente mejor que cuando fue detenido por la policía británica dentro de la embajada, después de que Quito le retirase el asilo diplomático que le había acordado casi siete años antes.
Con una chaqueta de traje negra sobre una sencilla camiseta color gris, el australiano, de 47 años, había cambiado la larga barba blanca y la cola de caballo por una barba bien recortada y el cabello corto, llegando al juzgado con un desafiante puño en alto.
“¡Vergüenza a Reino Unido!” y “¡Vergüenza a Ecuador que vendió a Assange!”, gritaba una mujer entre el puñado de manifestantes congregados en la puerta del tribunal, mientras otro enarbolaba una pancarta que decía “Liberen a Julian Assange, candidato al premio Nobel de la Paz”, frente a una docena de cámaras de televisión.