El problema para aquellos que hacen de la mentira un estilo de vida como sucedió con el “Pastorcito Mentiroso” de la fábula de Esopo, es que siempre que tratan de decir la verdad ninguno les cree, cosa que también le está sucediendo a los de las FARC, que en cada confesión resultan más sospechosos, pues esta, la confesión, no es más que un montaje mentiroso para encubrir otra falsedad, engaño o enredo.
Por eso los tales hallazgos o descubrimientos sobre el asesinato de Álvaro Gómez Hurtado, víctima de un atentado en noviembre de 1.995 cuando salía de la Universidad Sergio Arboleda donde dictaba la cátedra de Historia Política y Constitucional de Colombia, no tienen otra autoría que la de los responsables de este negro capítulo de “incredulidad”, que como obstáculo y barrera, Dios quiera, echen por tierra los mismos que como reinsertados decidan contar la verdad, así ésta siempre siga salpicada de las peores dudas.