El artículo aborda un periodo de la vida de Francisco Mosquera Sánchez, dirigente histórico de la izquierda colombiana y fundador del Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario (MOIR). Se trata de un momento especial en la vida del personaje, en que transita de las ideas liberales a las de izquierda, en medio de un proceso cargado de tensiones políticas. El ejercicio permite clarificar las circunstancias individuales y colectivas que estimulan la aparición de revolucionarios en la sociedad colombiana, en la perspectiva señalada por Eric Hobsbawm.
Palabras clave: Francisco Mosquera, liberalismo, izquierda, revolucionario, MOEC 7 de enero, MOIR.
Consideraciones previas
LAS DISTINTAS EXPRESIONES de la izquierda no armada de Colombia (partidos, movimientos, tendencias) no han merecido la misma atención reflexiva que sí ha tenido la izquierda armada. En efecto, mientras existe sobre la segunda una amplia bibliografía que sigue creciendo con el paso de los días, sobre la primera son escasos los estudios sistemáticos que den cuenta de sus historias, dinámicas políticas y culturales, carácter social de sus militancias, etc. De igual modo, salvo para los militantes y amigos de las expresiones referidas, es evidente el desconocimiento de las biografías políticas de muchos de sus dirigentes, lo que ha conducido, entre otras cosas, a que amplios sectores de la sociedad ignoren los aportes que han planteado a los problemas económicos, sociales y culturales del país.1
Este artículo pretende llenar parte de ese vacío, al abordar la situación biográfica de Francisco Mosquera Sánchez, líder del Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario MOIR,2quien desde mediados de los años sesenta del siglo anterior, y hasta el momento de su deceso, tuvo una incidencia destacada en el campo de la izquierda colombiana. Si bien su ciclo vital cubre prácticamente la segunda mitad del siglo XX (1941-1994), aquí se estudiará una breve etapa de esa trayectoria (1958-1969), para identificar las situaciones que fueron determinantes en la proyección política del protagonista en las décadas siguientes. De la etapa referida pueden establecerse por lo menos cuatro momentos que caracterizo así:
De 1958 a 1960: Mosquera ingresa al Colegio Santander en Bucaramanga. Allí se proyecta como líder estudiantil y se vincula al Partido Liberal. Circunstancias especiales lo llevan a trabajar en Vanguardia Liberal, desde donde reivindica un liberalismo de corte popular, defiende el Frente Nacional y condena el sectarismo y la violencia política. Este primer momento se extiende hasta cuando viaja a Bogotá.
De 1961 a 1963: Mosquera se traslada a Bogotá para iniciar estudios universitarios. Su estadía en la ciudad le permite tener contacto directo con las luchas obreras y estudiantiles, que logran despertar en él nuevos intereses políticos. Es el momento de la decepción y rompimiento con el liberalismo, y de su vinculación al Movimiento Obrero Estudiantil Campesino, MOEC 7 de Enero.
De 1964 a 1965: Se involucra en las disputas internas del MOEC 7 de Enero y asume el liderazgo de una de las tendencias que se formó en su interior. Cuestiona el foquismo armado, los manejos dados a la ayuda económica brindada por algunos países comunistas y la forma como se ha conducido el movimiento. Es el momento del acercamiento al marxismo y, especialmente, al maoísmo.
De 1965 a 1969: Mosquera se vincula a sectores obreros en Medellín y promueve la tendencia sindical conocida como el sindicalismo independiente. El momento -y, en general, el breve periodo de estudio- termina con la fundación del MOIR en septiembre de 1969. Este hecho a su vez significa el comienzo de una nueva etapa en la vida política del protagonista.
El interés por reconstruir las situaciones biográficas de personas que promocionaron o actuaron en organizaciones ubicadas en el campo de la izquierda no armada exige establecer algunas consideraciones sobre el género biográfico, una propuesta narrativa que lejos de extinguirse muestra un auge en la actualidad,3 a tal punto que algunos han hablado de la existencia de una fiebre biográfica.4 Al respecto, comparto la observación de Medófilo Medina sobre la carencia de estudios biográficos y a la vez la necesidad de promoverlos, ya que “su no realización implica un vacio grave en el conocimiento básico de la sociedad colombiana y de su historia”.5 Desde luego, no se invoca aquí el regreso a formas de narración histórica en los que prime una explicación elitista de los acontecimientos del pasado, al estilo de Thomas Carlyle, quien consideró que el proceso histórico no era otra cosa que la “biografía de los grandes hombres”.6 El asunto tiene que ver más bien con el planteamiento de una propuesta de comprensión de un periodo de la historia nacional, en este caso la de los años sesenta del siglo anterior, a partir de la reconstrucción de la trayectoria de un personaje que reúne unas características especiales: juventud, procedencia provinciana, mutación política del liberalismo oficial hacia la izquierda, crítica a la izquierda dentro de la izquierda, cuestionamiento de la violencia política, entre otras.
De ese modo, más que escribir una biografía del personaje al viejo estilo decimonónico, se quiere acudir a ciertos presupuestos que van ligados a ese género narrativo, buscando “saber a qué elementos de análisis de la historia política daría lugar el escrutinio minucioso del caso individual de un dirigente”.7 Para enriquecer ese propósito, he tenido en cuenta las preguntas y reflexiones de Eric Hobsbawm en torno al problema del revolucionario que se hace,8 en pos de identificar los motivos que impulsaron a individuos como Francisco Mosquera Sánchez, y en general, a muchos jóvenes de su generación, a adoptar propósitos revolucionarios radicales y orientar su vida de acuerdo a ellos.
Finalmente, es pertinente anotar que el artículo aborda un objeto de estudio hasta ahora inédito en la historiografía colombiana, y que su reconstrucción esta inexorablemente sujeta a las particularidades propias de la investigación histórica. Lo anterior quiere decir que lo presentado aquí ha sido posible a pesar de la precariedad de las fuentes de información existentes sobre el tema, debilidad que se manifiesta en la reconstrucción de algunos momentos de la vida del personaje. De cualquier modo, lo expuesto en este artículo debe verse como un primer intento de acercamiento a la vida de un dirigente de la izquierda colombiana de la segunda mitad del siglo XX.
La familia y los primeros estudios
Te preocupabas entonces porque me afanara en el cultivo de las letras.
FRANCISCO MOSQUERA SÁNCHEZ, CARTA AL PADRE, JUNIO 18 DE 1961.
Francisco Mosquera Sánchez nació el 25 de mayo de 1941 en Piedecuesta, población cercana a la capital del departamento de Santander. Su familia la conformaban doña Lola Sánchez y Francisco Mosquera Gómez, y los hijos Hernando, Estela y Gerardo, además de Francisco.9 Su padre, educador y au-tor de textos escolares, se desempeñó durante algún tiempo como visitador escolar, razón por la cual debía trasladarse con su familia permanentemente por los municipios del departamento, como San Gil, Vélez, Málaga, Barrancabermeja, Socorro, Zapatoca y Floridablanca. En esas circunstancias, el pequeño Francisco tuvo que cursar la primaria de manera intermitente en aquellos poblados, mientras que los cuatro años iniciales del bachillerato los realizó en Tunja, en el colegio de los padres salesianos.10
FIGURA 1.
Francisco Mosquera arenga ante un grupo de jóvenes en Bucaramanga en 1958.
Tribuna Roja, sep. 29 de 1994.
Al cabo de un tiempo, la familia Mosquera Sánchez se radicó en Bucaramanga, circunstancia que fue aprovechada por los padres para inscribir al joven Mosquera en el Colegio Santander, el “colegio de los pobres del departamento”, como él lo denominó en alguna oportunidad.11 Imbuido de las ideas liberales por herencia familiar, en las aulas del plantel educativo dio los primeros pasos como líder, cuando abanderó en 1958 una huelga estudiantil de quince días que involucró a otros colegios de la ciudad y a la propia Universidad Industrial de Santander, y que generó la salida del plantel de tres profesores.12 Como recordaría Mosquera en 1960, en esa oportunidad los estudiantes del colegio se vieron obligados “a protestar por la organización mecánica interna, que se hacía en función de emulaciones catedráticas, de politiquería, de palancas y espionaje”.13
Desde entonces, y con dieciocho años de edad, se convirtió en un líder de las juventudes liberales de Bucaramanga (figura 1). Fue celebre su participación en abril de 1958 en la concentración organizada por el directorio liberal de ese departamento, para rendir un homenaje a Jorge Eliecer Gaitán, donde compartió tribuna con Carlos Lleras Restrepo y Augusto Espinosa Valderrama.14
Columnista en Vanguardia Liberal
Y siempre he considerado la profesión del papel periódico como apostólico
deber de orientación pública, cuando no interprete de la opinión general.
Francisco Mosquera Sánchez,
Vanguardia Liberal, octubre 5 de 1961.
Su interés por el periodismo (Mosquera ya había trabajado en una emisora de la capital boyacense),15 la destreza que poseía para la escritura y su simpatía por las ideas liberales influyeron para que, por intermedio de su padre el director del periódico Vanguardia Liberal, Alejandro Galvis Gal-vis, lo vinculara formalmente al informativo de Bucaramanga.16Allí firmó contrato en 1959 y laboró hasta diciembre de 1960, publicando una columna llamada Ocurrencias, que salía de lunes a viernes, en donde abordaba hechos de la política internacional, nacional y local (figura 2).
Ocurrencias estaba estructurada de tal forma que le permitía al columnista escribir sobre varios acontecimientos en el mismo espacio que tenía designado.17 Es decir, en la columna podía haber, claramente separadas una de la otra, tres o cuatro pequeñas notas.18 De modo que era normal encontrar en la columna comentarios sobre un hecho internacional, seguido de referencias a situaciones de la política nacional, y, en la parte final, observaciones a algún asunto local. Generalmente, Mosquera hacia comentarios extendidos sobre noticias que había leído en ediciones recientes de diarios de circulación nacional como El Espectador, El Tiempo, La República, El Siglo, y de periódicos departamentales como El Deber y El Frente.19
Si bien había un interés del analista por la política, no solo de ella se hablaba en sus columnas. También era común que abordara temas históricos, culturales o sociales, acudiendo a un estilo fácil y seguro. Le interesaba ser ampliamente leído y creía que un estilo con esas características lo garantizaba.20 Además, esa pretensión estaba estrechamente relacionada con la función que le asignaba al periodismo: la de la orientación pública. En alguna oportunidad expresó: “Desde esta tarea diaria del periodista, se efectúan dos funciones; una función observadora, perspicaz y detallista, por la cual se está al tanto de todos los acontecimientos del departamento y de la nación, y otra función de iniciativa, por la cual, cuando ella es honrada, se trata de orientar, de llamar la atención sobre los problemas, de estudiarlos, de educar”.21
Gracias a sus columnas, Mosquera se convirtió en un vocero público de las bases liberales en el ámbito regional y local. Las gentes del común acudían a él para hacerle saber de injusticias o prácticas corruptas de la élite dirigente. Era normal que a su oficina, ubicada en las instalaciones del periódico, llegaran personas de Bucaramanga o de municipios del departamento a denunciar la violencia que los golpeaba o a poner en evidencia la inoperancia de los funcionarios públicos. También recibía cartas de organizaciones sociales que acudían en busca de su consejo y ayuda, y en varias ocasiones asumió directamente la protección de los intereses de la gente, como cuando defendió la causa de los perjudicados por el alza en los arrendamientos en Bucaramanga,22 o cuando acudió en defensa de los educadores de la ciudad, luego que estos pidieran su intervención para reclamar a la tesorería departamental el pago oportuno de los sueldos.23
También actuó cuando los comités liberales de barrios de Bucaramanga le dirigieron una carta donde ponían en conocimiento el incumplimiento de la política de paridad por parte de los conservadores de la ciudad.24 Al conocer el hecho, Mosquera puso en evidencia la situación a través de su columna, llamando la atención de la dirigencia de los dos partidos del municipio y exigiendo el cumplimiento de la paridad acordada. En otra ocasión, habitantes del municipio de Jesús María llegaron a su oficina a denunciar los hechos de violencia de que venían siendo víctimas. Mosquera se interesó por el caso y constató que entre julio y septiembre de 1960 la violencia había golpeado a los habitantes de Jesús María (más de ciento cincuenta muertos), sin que las autoridades civiles y militares tomaran cartas en el asunto. Al enterarse de lo que allí sucedía, Mosquera señaló: “Estos hechos dolorosos que habían pasado inadvertidos para los bumangueses, requieren doble atención: que se haga justicia, castigando a los maleantes, y que se les proporcione seguridad a las gentes de Jesús María, así sea necesario apostar un pelotón de soldados en cada casa, y a lo largo de los caminos desiertos”.25
Con el paso de los días, la situación se complicó sin que se observara una reacción de las autoridades, lo cual llevó a que el periodista exigiera nuevamente “la protección para aquellas gentes de Santander, que optarán por abandonar su tierra si no se les protege”.26 Sin embargo, los llamados fueron inútiles y comenzaron a presentarse casos parecidos en municipios aledaños. Nuevamente, Mosquera advirtió de las consecuencias de la violencia: “Si no se le da la atención requerida y se toman las medidas rigurosas que el caso exige, Santander en pocos días será otra página del Infierno de Dante, que entonces ya no podremos borrar ni con poderosos despliegues de armas oficiales, ni con fervorosas misiones de piadosas monjitas”.27
Incluso fue más allá de las denuncias, al advertir la incapacidad del Ejército para controlar la situación. Por eso se atrevió a decir que si los soldados se sentían incapaces de contrarrestar a los violentos, como lo había advertido un informe del secretario de gobierno departamental, debían prestar “los fusiles en las noches a los campesinos indefensos que amanecen con sus casas incendiadas y con sus cementeras estropeadas”.28 Además, cuestionó la indiferencia de la sociedad santandereana ante la situación, al señalar que “Cubriendo la realidad con frases de convivencia y de confraternidad, cuando se asesinan colombianos, para no levantar alarmas, es declararse uno cómplice, y cometer, como periodista y como liberal, traición a la causa popular”.29
Las denuncias sobre la violencia en Jesús María, Puente Nacional y Vélez le significaron a Mosquera la enemistad de miembros de la brigada del Ejército acantonada en el departamento. El periodista relataría luego de los hechos denunciados cómo algunos suboficiales responsables del reclutamiento acudieron a las instalaciones del diario en busca de personal apto para la prestación del servicio militar. Para ello se valieron de una lista en donde aparecía, entre los distintos opcionados, el nombre de Francisco Mosquera, señalado con una raya, lo cual generó suspicacia en el joven, quien vio en el hecho una persecución por las denuncias realizadas, y, acudiendo al derecho a la libertad de prensa y de opinión, dio conocimiento público de lo sucedido en su columna. La denuncia llevó a que el comandante de la brigada de Bucaramanga, coronel Luis Barrera Mutis, en comunicación sostenida con el director del periódico, reprochara lo sucedido y prometiera abrir una investigación a los suboficiales que participaron de los hechos.30
Sin embargo, no todo era negativo en su labor como periodista. También había situaciones agradables que animaban a Mosquera a continuar en esa actividad. Por ejemplo, las muestras de gratitud que recibía de sus lectores, quienes reconocían en él a un valiente defensor de los intereses de los pobladores del departamento. En una carta enviada al director del diario y al autor de Ocurrencias, un grupo de personas del Socorro expresó:
Ud., doctor Galvis Galvis, con ese mozo que se llama Francisco Mosquera y Sánchez autor de “Ocurrencias” (la danza de las horas de Vanguardia como comúnmente las llamamos por aquí) se han convertido en estas horas de confusión y de dolor como los ungidos del idealismo, los agonistas sin sosiego que encarnan el sentir colectivo, el impetuoso afán de libertad y de justicia que no capitula nunca. Reciban nuestra más sincera voz de aplauso por ese interés infatigable en bus-car la verdad en cada acontecimiento doloso, penetrando por todos los caminos en busca del ladrón o el asesino, clamando a dos voces que se haga justicia y que se entierre para siempre esta crisis moral antes que ella nos entre a todos. (…).31
Sus ideas políticas
El partido liberal es el partido del pueblo.
Francisco Mosquera Sánchez,
Vanguardia Liberal, dic. 15 de 1960.
Mosquera pregonó inicialmente las ideas liberales y se identificó con el partido que en Colombia las representaba en la contienda política. Esa inclinación ideológica respondía a factores de orden familiar. Sin embargo, a diferencia de otros jóvenes que también hicieron transitó de posiciones de la política tradicional a la izquierda, su militancia en el liberalismo se caracterizó por el conocimiento de la doctrina, la convicción de la existencia de un papel histórico asignado a esa corriente política y una pasión a toda prueba. Las decenas de columnas que escribió en Vanguardia Liberal constituyen una valiosa fuente documental de donde pueden extraerse elementos para estudiar su visión política.32 En Ocurrencias, Mosquera desplegaba, a temprana edad, un amplio conocimiento de la política local, nacional e internacional. Y lo que es muy importante, opinaba respecto a ello, transmitiendo una seguridad que en ocasiones rayaba en la pedantería. Sin duda, era un lector voraz que ejercía con mucha disciplina su labor como columnista. Por eso se puede afirmar que la faceta de periodista, que ejerció alternándola con los estudios de bachillerato, potenció en él virtudes como la escritura, que convertiría en un arma para afrontar las lides políticas de los años siguientes. Aquí me interesa desarrollar tres aspectos del pensamiento político de Mosquera: su percepción del Frente Nacional y de los conflictos sociales, la defensa de la reforma agraria y la reivindicación que hizo de Francisco de Paula Santander.
El Frente Nacional y las transformaciones sociales
A la patria se colabora ayudando a que se cumplan las leyes que regulan su vida de relaciones interiores.
Francisco Mosquera Sánchez,
Vanguardia Liberal, dic. 7 de 1961.
En sentido estricto, Mosquera era un liberal oficialista, razón por la cual abrazó la causa del Frente Nacional y la defendió con honestidad, creyendo ciegamente en sus posibilidades.33 Por eso consideraba que la misión del Partido Liberal era la de “luchar sin armas mortales por hacer realidad una obra suya, la realización del Frente Nacional”.34
FIGURA 2.
Francisco Mosquera frente a su máquina de escribir en Vanguardia Liberal.
Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 22 nov. 1960.
La confianza que depositó en el Frente Nacional expresaba su rechazo a la violencia y el sectarismo político, prácticas a las que culpaba de la debacle nacional. Si bien no encontramos en sus columnas un juicio de responsabilidades a las dos colectividades por la tragedia que vivió el país desde los años cuarenta, en cambio sí es perceptible en él un desbordado optimismo por la fórmula bipartidista. Por eso, fue constante en sus columnas el ataque a los sectarismos, a la violencia y a la negligencia de ambas dirigencias frente al drama social de los colombianos. En alguna ocasión, refiriéndose a la importancia de preservar el acuerdo nacional, expresó: “Los fracasos los contamos nosotros, los amigos de la unidad nacional, como las beatas cuentan las pepas de su rosario día a día”.35 Por eso hacía un seguimiento constante al papel de los sectores que se habían comprometido en la política de la reconciliación y la paridad, velando por su cumplimiento. Su actitud hacia el conservatismo era de respeto, a sabiendas de que la postura contraria había desencadenado los odios y violencia.36
Además de rechazar los métodos violentos, el liberalismo que esgrimió lo llevó a depositar una fe inmensa en las leyes y las instituciones. Así lo dejó ver cuando afirmaba “que por los caminos de las leyes que consagraran la paz, llegaremos a la igualdad en el progreso del porvenir”, o cuando invitaba a que los problemas fueran superados de manera razonable y a que la justicia estuviese en “función de un proceso de entendimiento común, mas no consagración bruta de las armas y del sacrificio humano”.37 Aun así, Mosquera era consciente de las contradicciones sociales que se registraban el país y la región, y no escondía la posibilidad de que, ante la inoperancia de la dirigencia política, las transformaciones sociales las realizaran “violentamente las grandes masas populares desfavorecidas”.38 Por eso creía que el primer gobierno del Frente Nacional debía actuar pronto, dando inicio a lo que él denominaba la etapa de las realizaciones.
Si bien defendía las orientaciones del liberalismo oficial, la lectura de Mosquera sobre la situación nacional difería en muchas ocasiones de la emitida por la dirigencia de ese partido. Por ejemplo, sus explicaciones al inconformismo social diferían de las planteadas por un Carlos Lleras Restrepo o un Alberto Lleras Camargo. Mientras para los segundos el clima de protesta y ebullición social que registraba el país era fruto de la perversidad del comunismo criollo o de la injerencia de Cuba y la URSS, Mosquera reconocía en la situación social y económica interna razones suficientes para estimular la inconformidad del pueblo colombiano. Por ejemplo, al referirse a las protestas estudiantiles, salía al paso de las explicaciones oficiales que las estigmatizaban, resaltando la relación de ellas con “la mala situación que precipita a las gentes en todas estas aventuras”.39 En momentos en que crecía la agitación social y con ella las huelgas de los trabajadores, Mosquera sostenía una interpretación disidente que daba cuenta de una realidad social difícil para los sectores populares. Al referirse a los motivos de las huelgas, indicaba que:
…), la razón es una sola; (…) en Colombia el alto costo de la vida se acentúa, y las medidas para la rehabilitación económica del país no logran contemplar la condición del ciudadano en particular. De esto podemos darnos cuenta al conocer las razones argüidas por los huelguistas, todas de orden económico privado. (…). Por la preocupación que nos inspiran estas cuestiones de las relaciones sociales de los colombianos es por lo que nos permitimos disentir de la tesis de que los movimientos huelguísticos tienen por causa única la cuestión política. (…), estudiemos la condición de vida de la mayoría de los colombianos, orientemos el sistema, porque de otra forma nos pasaremos tachando de saboteadores a los huelguistas.40
Reivindicación campesina y reforma agraria
Los campesinos del país tuvieron en Mosquera a un declarado defensor. A través de sus columnas, el joven periodista fue un comprometido adalid de sus intereses y abogó con insistencia por la solución de la problemática rural, pues consideraba que el futuro de Colombia en gran parte dependía del mejoramiento de la calidad de vida de quienes vivían y laboraban en las zonas rurales. Así lo dejaba ver cuando expresaba que “el único camino para conseguir Colombia la redención social del pueblo económicamente es aquel que trazan los arados en nuestras fértiles y extensas tierras”.41 En consecuencia, señaló con insistencia la necesidad de iniciar un proceso de reforma agraria, pues creía que ese era el mecanismo más oportuno para congraciarse con la masa campesina, a la que consideraba la más afectada por las disputas fratricidas a las que había conducido el sectarismo político. Pero también la reivindicaba porque percibía, como ya se ha indicado, un ambiente de agitación social que podía desbordarse hacia situaciones delicadas si la dirigencia política no promovía las soluciones del caso. Por eso, al referirse a la reforma agraria y preguntarse de qué manera podría realizarse, afirmaba: “No hay otro camino que el de darle la tierra al campesino para que la cultive y la cuide como cosa estimable de su propiedad personal. Defender ese trabajo de sembrar la tierra, en los ajetreos del comercio, reconocer en justicia la labor del campesino, sin restar por demás las diferentes ayudas que requieren los seres humanos alejados de los centros urbanos”.42
Así, cuando el gobierno de Alberto Lleras Camargo, presionado por la situación,43 tomó la decisión de crear el Comité Nacional Agrario para que iniciara el estudio de la reforma agraria, esta fue celebrada con desbordado optimismo por Mosquera, y desde su columna no dejó de alentarlo en su labor.44
Admiración por Francisco de Paula Santander
Mosquera sentía profunda admiración por los dirigentes nacionales del liberalismo. En sus columnas no ahorraba elogios hacia individuos como Alfonso López Pumarejo, Darío Echandia, Alberto Lleras Camargo y Carlos Lleras Restrepo, a quien consideró “una de las personalidades seductoras de mayor valía en el panorama de nuestra nación”.45 Así mismo, y de manera permanentemente, Mosquera acudió a la historia nacional para alimentar la gloria del Partido Liberal y fortalecer la idea de que la referida agrupación era el “partido del pueblo” y de la transformación social. En sus observaciones hacen presencia personajes de estirpe popular, vinculados a momentos especiales del discurrir nacional como José Antonio Galán, José Acevedo y Gómez y Rafael Uribe Uribe.
Referencia especial debe hacerse a la admiración temprana que mostró por el general Francisco de Paula Santander, al que le asignó un papel estratégico en la organización de la república tras la ruptura de la dominación española, admiración que se despertó precisamente en tiempos del bachillerato. De hecho, siendo estudiante del Colegio Santander, en alguna ocasión se opuso a la pretensión de las autoridades académicas de promover una cátedra bolivariana en las aulas.46 Y en otra oportunidad llegó a referirse al general de la siguiente forma: “Bastante significado encierra el acontecimiento y culto a Santander (…), cuando se debate en el mundo la lucha desequilibrada por el sostenimiento de las leyes, y las memorias y enseñanzas de Santander, como organizador civil y hombre de leyes contribuye enormemente con su influencia en esa batalla”.47
Este aspecto del pensamiento político de Mosquera, es decir, la temprana reivindicación del general Santander, tiene una importancia especial, ya que se convertirá posteriormente en un elemento identitario del MOIR. Es decir, va a persistir esa reivindicación en el discurso político de Mosquera en los años siguientes, y de hecho llegará a convertirse en una lectura disidente a la realizada por los demás sectores de la izquierda armada y no armada del país, que privilegiaron a Simón Bolívar, a raíz de la célebre polémica de 1828.48
Desencanto del liberalismo
He perdido la fe en las instituciones católicas y legalistas, hoy corrompidas e inoperantes.
A veces creo que no tenemos otro medio diferente a aquel que
dice mucho de leyenda Comunera.
FRANCISCO MOSQUERA SÁNCHEZ, CARTA AL PADRE, JUNIO 18 DE 1961.
Se ha visto cómo el joven Francisco Mosquera asumió el liberalismo con profunda convicción, creyendo que este podría redimir a los pobres de Colombia. Su ejercicio periodístico lo puso a disposición de esa causa y actuó como vigilante de las acciones que desde las instancias nacionales, departamentales o locales, estimulaban los dirigentes liberales para favorecer a los sectores más necesitados. En la práctica, Mosquera también animó a las bases de su partido, ya arengando en la plaza publica,49 ya contribuyendo a la creación de organismos afines a la colectividad.50 Sin embargo, su abnegada militancia no significó en modo alguno ausencia de crítica hacia la agrupación cuando la consideraba justa. Consciente de que el momento histórico exigía la puesta en marcha de políticas benéficas a los pobres de la ciudad y el campo, Mosquera cuestionó en muchas ocasiones el proceder del Partido Liberal, resaltando la “politiquería” que lo acompañaba, cuando no la indiferencia frente al drama económico y social. En diciembre de 1960, próximo a salir del rotativo para viajar a Bogotá, Mosquera dirigió una fuerte misiva a los miembros de los directorios liberales departamental y municipal, en la que cuestionó sin aspavientos sus desempeños:
He podido observar claramente, señores miembros de los directorios, que ustedes han sido indiferentes en las muchas ocasiones cuando los derechos de la sociedad han estado en juego; han sido indiferentes con la causa popular, y hasta con sus más elementales deberes de dirección. Y en muchas ocasiones también hice llamadas de urgencia a ustedes para que con el poder recibido de la masa liberal, contribuyeran a la realización de una obra, o al término de una injusticia; pero oídos sordos tuvieron las puertas cerradas de los directorios.51
Les recordó la indiferencia ante los problemas que afectaban a la comunidad, denunciados por él tiempo atrás:
Cuando en la Provincia de Vélez por ejemplo se asesinaban compatriotas, para no repetir liberales, los directorios no supieron siquiera el número de las víctimas y mucho menos las causas de tan atroz violencia que motivó la implantación del Estado de Sitio en esa porción de Santander. (…). Y cuando nosotros protestábamos porque el ejército no se hacía sentir en la Provincia de Vélez ante la sin razón de no producir mayores males, nuestros directorios permanecían en reposo. Qué entienden ustedes, señores miembros del Directorio Departamental como causa popular entonces? (sic).52
Mosquera consideró que con ese proceder los directivos habían “sido inferiores a la misión de orientar el liberalismo de Santander”, contribuyendo de ese modo a agotar “día a día el fervor liberal”. Pero también su voz cuestionadora llegó a las altas instancias del liberalismo. En efecto, cuando a finales de 1960 la dirección del partido anunció la realización de una nueva convención nacional, Mosquera expresó que esos eventos solían realizarse juiciosamente sin que de ellos resultaran hechos trascendentales para el país. Y planteando los retos que allí se debían afrontar, agregó:
La convención liberal acaso tendrá en cuenta cuál es la función del partido liberal en Colombia. Llenar el parlamento de figuras preclaras, firmar mensajes de respaldo al presidente, pelear por dos o tres puestos públicos, o mirar la lamentable situación del pueblo y la desordenada administración ejecutiva y legislativa, que lleva al país a dolorosas experiencias económicas.53
Además, puso en la mira de la crítica el estado de ignorancia que, a su juicio, caracterizaba al pueblo colombiano, y que era estimulado y aprovechado por la clase dirigente para sostenerse en el poder:
En Colombia sucede a veces que nuestros políticos basan sus mayores posibilidades en la ignorancia del pueblo, campo único donde da fruto la demagogia, los desplantes descarados. Yo he notado cómo los sistemas y las ideologías empolvadas practican sistemáticamente la consigna de mantener ignorante al campesino, al obrero, para poder sostener la actualidad de sus programas y métodos.54
Es evidente que estas críticas traducían para ese momento un enorme desencanto de Mosquera hacia el liberalismo. Poco a poco había ido perdiendo la esperanza de presenciar las transformaciones sociales bajo el liderazgo de las dos colectividades políticas. Ante sus ojos, el deseo de la unidad nacional soportada en la realización de una verdadera democracia parecía volverse una quimera.55
El encuentro con la izquierda
Esta generación mía hará la revolución. Es un proceso histórico que nos tocó en suerte copar a nosotros,
paradójicamente los hijos de la Violencia y el sectarismo colombianos; y nos uniremos y seremos hermanos para
desconocer unos y otros los mediocres dirigentes de la hora.
FRANCISCO MOSQUERA SÁNCHEZ, CARTA AL PADRE, JUNIO 18 DE 1961.
Francisco Mosquera se trasladó a Bogotá a comienzos de 1961, para iniciar estudios universitarios, siguiendo los pasos de sus hermanos Hernando y Estela, quienes ya habían viajado a la capital del país con idéntico propósito.56
Para poder sostenerse económicamente, Mosquera alternó los estudios con un trabajó en El Espectador, periódico liberal al que seguramente llegó por recomendación de Alejandro Galvis. Sin embargo, a diferencia de lo vivido en Vanguardia Liberal,su paso por el informativo de la familia Cano fue fugaz y sin la menor trascendencia.
Sin duda, la llegada de Mosquera a Bogotá marcó el inició de un nuevo momento en su vida. La vinculación a la universidad le permitió conocer de cerca a una juventud radicalizada en sus posiciones políticas, contestataria, soñadora. También le dio la posibilidad de acercarse a ideologías ajenas a él, como el marxismo, y ver desde otro ángulo los procesos revolucionarios vigentes en el mundo.57 Al dejar Bucaramanga no solo se separó de sus padres, sino de la tutoría de Alejandro Galvis. Precisamente, el primer semestre de 1961 fue bastante dinámico por las protestas estudiantiles que se registraron en el país. Por ejemplo, en marzo se realizaron diversos paros universitarios por asuntos financieros, de los que sobresalía el paro de la Universidad de Medellín. Al mes siguiente, los estudiantes salieron a las calles para protestar por el ataque de Estados Unidos a Playa Girón en Cuba (agresión que empujo a la dirigencia cubana a declarar el carácter socialista de la revolución), y en mayo del mismo año se realizó el primer paro nacional universitario desde las conocidas jornadas de 1957.58 Toda esa agitación en tan solo unos meses. Así, con sus propios ojos, Mosquera ratificaba lo que alguna vez había expresado de los movimientos estudiantiles: “(…) a veces resultan los más peligrosos, porque ahí si hay material para las grandes revoluciones”.59
Lo anterior da pie para establecer que el agitado medio social incidió, sin lugar a dudas, en la percepción política de Mosquera. La idea de revolución social era la principal demanda del momento, y no precisamente la de la reforma institucionalizada, como pensaba en tiempos de Vanguardia Liberal. Precisamente, Mosquera se solidarizó con las protestas que se registraban dentro y fuera de la universidad. Ese mismo año, y tras haber participado en una huelga estudiantil en respaldo a un paro declarado por obreros de Ecopetrol, Mosquera fue expulsado de la universidad junto a otros estudiantes.60
Si bien no se puede establecer con certeza el día en que Mosquera tomó la decisión de romper con el liberalismo, si se puede afirmar con seguridad que ya para junio de 1961 esa ruptura era un hecho. La prueba la constituye una carta que Mosquera escribió ese mes a su padre, en donde le expresa su desilusión del liberalismo y de la institucionalidad del país, y le manifiesta su voluntad de contribuir al logro de la revolución colombiana. De principio a fin la carta está cruzada por un romanticismo profético, presente en este tipo de coyunturas políticas: en uno de los apartados, el hijo le manifiesta al padre la decisión de dedicar su vida a los “explotados de la patria”, y le pide que, de no cumplir el cometido, no permitiera la inscripción “sobre su tumba (de) nombre alguno”.61 El estilo es elocuente:
Padre, a cerca de siglo y cuarto de la muerte de Bolívar, Colombia sigue huérfana de libertadores. Nadie ha escrito la última palabra de nuestra historia… la historia continuará con un sexto capitulo que indudablemente corresponde a la Revolución. Colombia fallece desde los pulpitos de las iglesias hasta las curules del Capitolio Nacional, desde los fusiles desganados de nuestros soldados hasta las cuentas fabulosas de los opulentos; desde las manos pedigüeñas de los niños mendicantes hasta los cuerpos esculturales de las reinas de los clubes; desde los Llanos hasta el Atrato; desde La Guajira hasta Nariño… Ya no es tranquila la siesta de la oligarquía; y como pesadilla de medianoche cada una de las palabras de Anarkos de Valencia resuena en sus conciencias.62
Profundiza allí en las causas que lo llevaron a no creer más en el sistema político colombiano y le notifica al padre la decisión de iniciar una lucha sin tregua contra sus antiguos copartidarios:63
¡Yo no capitularé como Berbeo sobre el libro sagrado de Caballero y Góngora, porque inmenso es mi odio y mi asco hacia ellos! ¡Yo no creeré como Gaitán en la generosidad de los enemigos del pueblo, porque hace tiempo que desconfió de los resultados de las urnas en manos de los concubinos de la democracia! Yo no beberé como Sócrates la cicuta, porque yo no respetaré sus leyes, como ellos tampoco respetan la castidad de nuestras mujeres campesinas. Yo no descansaré un solo instante (…) en la lucha, porque el llanto de los niños hambrientos no me deja conciliar el sueño. Yo no tendré piedad hacia ellos, porque ellos no la han tenido nunca con mi pueblo. Yo no daré mi cabeza a las hachuelas que silenciaron los reclamos sociales de Uribe Uribe, porque usaré sus mismos métodos y aprenderé su idioma. Solamente un hombre así, con tales consignas, podrá ganarse el respaldo de los colombianos, tantas veces engañados y desviados de su destino histórico.64
De ese modo, quedaba atrás no solo la defensa apasionada de los postulados liberales y la admiración por políticos como Alberto Lleras Camargo o Carlos Lleras Restrepo, sino la frustración del propio Alejandro Galvis Galvis, quien anhelaba ver a Mosquera convertido en un defensor “fervoroso de la democracia” colombiana.65
En el MOEC 7 de Enero
No cabe duda que al momento de redactar la carta al padre, Mosquera ya tenía acercamientos a una expresión de la izquierda radical que había irrumpido en el escenario político nacional, como expresión directa del impacto de la Revolución Cubana, y que entonces hacía viva presencia en varias universidades de Bogotá. Nos referimos al MOEC 7 de Enero.66 Precisamente, en la Universidad Nacional conoció a estudiantes (la mayoría venidos de provincia) que militaban en el MOEC 7 de Enero y eran convencidos partidarios de la lucha armada.67 Me refiero a jóvenes (también de provincia) como Guido Gómez, Eliécer Cotes, Carlos Pantoja y Miguel Pimiento Cotes. A través de ellos, Mosquera debió haber ingresado al movimiento, donde comenzó a tener “vida orgánica”, asumiendo un seudónimo y aprendiendo el arte del trabajo conspirativo. Al ser expulsado de la Universidad Nacional, fue a parar a la Universidad Externado, en donde logró cursar dos semestres de Derecho en 1963.68 Allí se articuló a un núcleo estudiantil del MOEC 7 de Enero que era coordinado por Jaime Galarza, quien también estudiaba Derecho en esa universidad y hacia parte de la dirección nacional del movimiento.69
Como militante del MOEC 7 de Enero, Mosquera participó en reuniones distritales y tuvo contacto con fundadores del movimiento como Antonio Pinzón Sarmiento (Mauricio Torres) y Yolanda Alameda, quienes para ese momento estaban radicados en Bogotá.70 Tiempo después de su ingreso, fue escogido junto a otras diez personas para integrar una brigada que se desplazó a Cuba en 1963, a recibir preparación política y militar.71
Si bien desde 1960 el MOEC 7 de Enero vivía una crisis interna, para 1963 está había llegado a niveles dramáticos. Las divisiones internas eran el común denominador (por lo menos existían dos tendencias bien definidas) y el ambiente interno estaba cruzado por continuos señalamientos y amenazas entre los mismos compañeros. Desde el momento de su vinculación al movimiento, Mosquera presenció ese tenso clima y comenzó a construir una lectura que le permitiera actuar con criterio propio. Es difícil poder establecer inicialmente de qué manera lo hizo. La carencia de fuentes impide fijar la ruta seguida por el personaje en este momento. Sin embargo, sí es posible establecer que, junto con otros militantes que no se ubicaban en las dos tendencias internas que existían, asumió la tarea de preservar, a pesar de todo, la existencia del MOEC 7 de Enero, centrando el análisis de la crisis en la inexistencia de una solida y disciplinada estructura orgánica. Para eso se valió del maoísmo, que ya nutría fuertemente el imaginario político de la organización. Un testimonio del propio Mosquera permite identificar el peso de esta corriente política en el movimiento y el valor de guía que se le daba, a propósito de la crisis interna del MOEC 7 de Enero:
Las obras teóricas de los dirigentes chinos, especialmente las del camarada Mao Tse Tung, sobre la construcción del Partido, la guerra popular antiimperialista y las filosóficas y políticas, verdaderos pilares del marxismo, se difunden ampliamente en los círculos revolucionarios del país. Todos estos factores, que podemos resumir como un contacto creciente con la ideología marxista-leninista, han elevado la conciencia política y revolucionaria de sectores importantes del Movimiento y que son los llamados, a no dudarlo, a enrumbar la organización por los caminos de la victoria. Estos sectores marxistas del Movimiento tendrán que estudiar crítica y científicamente nuestra historia para saber si hemos sido acertados y sobre todo para recoger el fruto que dejan los fracasos.72
Lo cierto es que Mosquera sostuvo desde 1963 hasta comienzos de 1965 un intenso trabajo de nucleación y formación de militantes que dio frutos, ya que en abril de 1965, en el marco del Cuarto Pleno del movimiento, fue elegido como tesorero del nuevo Comité Ejecutivo Nacional, alcanzando de ese modo una posición destacada en la dirección central del MOEC 7 de Enero.73 Desde entonces, su papel en las disputas internas tuvo una mayor trascendencia. Precisamente, una de las primeras medidas que adoptó en calidad de tesorero, y que tendría consecuencias a corto plazo para él, fue solicitar a los partidos comunistas de Corea del Norte, China, Albania y a la dirigencia cubana la suspensión del apoyo económico que desde allí se enviaba al MOEC 7 de Enero, al aducir que esas ayudas eran dilapidadas por sectores de la dirección del movimiento, generando prácticas indecorosas que minaban el criterio revolucionario de los militantes.74 Sentaba Mosquera, en ese asunto, una premisa que sería una característica de su trasegar político: todo movimiento o partido revolucionario debía sostenerse por sí mismo, o a través del apoyo de las masas, y no depender de agentes externos, para garantizar su independencia política.
A raíz de la decisión adoptada, su situación al interior del movimiento se complicó, al ganarse la animadversión del sector que manejaba las relaciones y ayudas internacionales de los partidos y organizaciones que apoyaban al MOEC 7 de Enero. Esa animadversión se tradujo en amenazas de muerte,75 lo cual lo obligó desde entonces a moverse con sigilo entre Bogotá y Medellín.
La Reunión Nacional de Cuadros
Se le daba mayor importancia a una preparación militarista y digamos hasta terrorista, que a una capacitación ideológica y política.
FRANCISCO MOSQUERA SÁNCHEZ, HAGAMOS DEL MOEC…, OCTUBRE DE 1965.
En medio de ese contexto de crisis permanente del MOEC 7 de Enero, algunos sectores que se negaban a ver desaparecer el movimiento convocaron a una Reunión Nacional de Cuadros en octubre de 1965, para encontrar posibles salidas a esa situación. Al evento, que terminó en otro fracaso, asistió Francisco Mosquera como principal vocero de uno de los sectores que polemizaba internamente, y allí ratificó las críticas que venía sosteniendo desde 1963. En esa oportunidad, acudió a un formato diferente para presentar su postura: la lectura de un extenso documento titulado “Hagamos del MOEC un autentico partido marxista leninista”,76 en donde sistematizó lo que, desde su perspectiva, explicaba la crisis del movimiento prácticamente desde su fundación hasta 1965 (gr�fico 1). Pensado para el análisis y el debate interno, el documento estaba estructurado en cinco capítulos donde abordaba asuntos relacionados con la historia del movimiento, su dirección, su estructura orgánica y la importancia de la lucha ideológica. Como fue común en la izquierda de aquella época, cada argumentación se adobaba con referencias constantes a los clásicos del comunismo internacional, especialmente a Lenin, Stalin y Mao. De las distintas cuestiones planteadas en el escrito, consideraré brevemente tres: el culto al militarismo, la lectura crítica a la revolución cubana y la necesidad del trabajo de masas.
GRÁFICO 1.
Aspectos abordados por Mosquera en el documento que presentó a la reunión nacional de cuadros.
Fuente: Elaborado a partir del documento Francisco Mosquera Sánchez, “Hagamos del MOEC un auténtico partido marxista leninista”, 1965.
Prácticamente desde su ingresó al MOEC 7 de Enero, Mosquera mostró su desacuerdo con el desbordado militarismo que allí se promovía, y que había conducido al sacrificio del aspecto político, al poner mayor énfasis en las tareas militares. Al referirse a la formación que recibían los militantes del MOEC 7 de Enero, expresó:
El valor de un cuadro del Partido se medía ante todo por el conocimiento que tuviera de manejo de algunas armas y de algunos explosivos. Y en general a este tipo de preparación militarista se reducían los escasos cursos de estudio en el pasado. Era la obra del extremoizquierdismo en el aspecto educativo. La capacitación ideológica del militante se subestimaba (…). Un cuadro con conocimientos de armas, pero sin conciencia política, es nulo.77
Por esa vía, estableció un cuestionamiento a la lectura apresurada que, según él, había hecho el MOEC 7 de Enero de la revolución cubana, y que había generado consecuencias negativas, entre ellas precisamente el culto al militarismo y el desprecio por la teoría y el trabajo de masas. Esa crítica a la forma como fue asimilada la experiencia cubana en Colombia necesariamente conducía al cuestionamiento del foco armado como modelo que podía ser exportado caprichosamente a cualquier lugar del mundo, sin tener en cuenta las particularidades políticas y sociales de aquellos lugares.78Como se sabe, en ese momento el foco fue replicado a lo largo y ancho de Latinoamérica, sin estar sujeto a ningún tipo de evaluación.
Contrario a las tesis cubanas, Mosquera reivindicó las tesis maoístas de la guerra popular prolongada,79 en un contexto en donde hacia ya algún tiempo se había producido la ruptura del comunismo internacional, y un amplio sector del MOEC 7 de Enero, por no decir que todo, se había inclinado por los planteamientos de los comunistas chinos. No obstante, la simpatía de Mosquera por las tesis de la guerra popular prolongada se quedaron en simples consignas, porque en los años siguientes se dedicó con intensidad a crear y afianzar un trabajo político entre los sectores obreros del país, y, posteriormente, en tiempos del MOIR, como es de amplio conocimiento, rompió definitivamente con la idea de la violencia revolucionaria, dando así surgimiento a un maoísmo sui generis que se alejó radicalmente del modelo de la guerra popular prolongada.80
Finalmente, enfatizó en la ausencia de un trabajo de masas, lo cual había convertido al MOEC 7 de Enero en una organización aislada y sin ningún tipo de apoyo social. Frente a lo anterior, planteó la necesidad de iniciar un trabajo político de largo aliento enfocado especialmente hacia los trabajadores, buscando sentar las bases para la consolidación de lo que él denominaba un autentico partido marxista leninista.
Sindicalismo independiente, huelgas y detenciones
Aun para ser disidente se necesita la disciplina.
Francisco Mosquera Sánchez, Vanguardia Liberal, nov. 1 de 1960.
Mosquera se trasladó a Medellín, motivado por dos razones. Por un lado, para proteger su integridad física, luego de que una los sectores del MOEC 7 de Enero lo declarara objetivo militar. Por otro lado, para vincularse al sindicalismo independiente de Antioquia, en donde, gracias a la labor realizada por los militantes que lo secundaban, ya existían varias células integradas especialmente por obreros. Si bien en un principio se vinculó al Sindicato de las Empresas Públicas de Medellín, el “bautizo de fuego”, como fue considerado su ingreso a la dirigencia sindical, lo constituyó la asesoría que prestó en 1967 a los empleados de la empresa de calzado Creaciones Italianas, quienes se habían ido a la huelga.81 Su efectivo papel a favor de los asalariados en ese conflicto lo promovió en el ámbito laboral de la ciudad, permitiéndole tener un mayor acercamiento a los sindicatos de empresas como Bedout, Furesa, Coltejer y Vicuña.
A comienzos de 1968 los trabajadores de las minas de carbón en Amagá, de propiedad de la empresa Industrial Hullera, se fueron a la huelga dando inicio a un conflicto laboral que tuvo resonancia nacional, al paralizar por varios meses ese sector económico en Antioquia. Mosquera centró pronto su atención en el conflicto y se desplazó hacia la región con algunos compañeros (figura 4). Al ofrecer su apoyo a los trabajadores, en poco tiempo se ganó su confianza y fue nombrado asesor oficial del sindicato.82 Por su actuación en el conflicto, el Ejército lo detuvo en dos ocasiones. La primera vez fue conducido por las tropas a Medellín, pero la presión de los mineros y del Bloque Sindical Independiente de Antioquia (BSIA), obligó a su pronta liberación, la cual fue celebrada con algarabía en Amagá.83 Sin embargo, las cosas fueron diferentes la segunda vez. En esa ocasión, fue conducido a la IV Brigada del Ejército, donde permaneció detenido por más de seis meses, lo que generó un rechazo solidario de los trabajadores del país. De varios lugares se emitieron comunicados denunciando la violación de sus derechos,84 al no permitírsele ser asistido por abogados.85 Finalmente fue liberado, y si bien sufrió penurias y maltratos, su participación en esa huelga le significó a corto plazo poner bajo su influencia política a los trabajadores de ese importante sector de la economía regional, articulándolos a la corriente del BSIA.86
FIGURA 4.
Francisco Mosquera visitando a los trabajadores mineros de Amagá en los años setenta. Deslinde 45 (2009).
El surgimiento del MOIR
Como se indicó, Mosquera inició desde 1965 un intenso trabajo en el BSIA que se finiquitó en septiembre de 1969 con la constitución del MOIR. En ese corto periodo, él y quienes lo acompañaban en el trasegar político promovieron entre los trabajadores la necesidad de constituir una nueva vanguardia revolucionaria, propósito que demandaba la articulación a cuanto sindicato y conflicto laboral existiera en la región. En poco tiempo, eran varias las agremiaciones de trabajadores donde ya ejercían presencia, hecho que permitió, entre otras cosas, la llegada de Mosquera a la presidencia del BSIA en 1968.87 De igual modo, estimuló la proyección del trabajo hacia departamentos como el Valle y Santander,88 buscando unir en una central a los distintos bloques del sindicalismo que se definían como independientes, y que polemizaban con la Unión de Trabajadores de Colombia, la Central de Trabajadores de Colombia y la Central Sindical de Trabajadores de Colombia, agremiaciones a las que se consideraba patronales y al servicio del bipartidismo, e incluso instrumentos del “revisionismo criollo”. En esa dirección, se realizó el Encuentro Nacional del Sindicalismo Independiente, entre el 12 y el 14 de septiembre en Medellín, del que salió constituido el MOIR, el cual estuvo integrado inicialmente por el BSIA, el Bloque Sindical Independiente de Santander, el Frente Sindical Autónomo del Valle, la USO (recién desafiliada de la cstc), fenaltracar y fedepetrol. También participaron sectores políticos ligados al camilismo, el trotskismo y dirigentes como Diego Montaña Cuéllar.89 De modo que el MOIR fue, en un principio, una especie de central sindical en donde confluyeron distintos sectores de la izquierda colombiana, incluyendo el sector del MOEC 7 de Enero que lideraba Mosquera.
Sin embargo, poco tiempo después de haberse constituido con ese carácter, el MOIR sufrió tensiones internas que se tradujeron en la separación de algunas agrupaciones sindicales y personas que habían participado inicialmente del proceso de unidad, como sucedió con Diego Montaña Cuéllar. Finalmente, quedaron en el MOIR, entre otros, Mosquera y los viejos militantes de un sector del MOEC 7 de Enero, quienes terminaron configurándolo, en el Pleno de Cachipay de 1970, como la expresión partidista que después se conocería en el escenario político del país. Pero eso ya es parte de otra historia que supera las posibilidades de este artículo. Lo cierto es que con el surgimiento del MOIR termina una etapa de la vida política de este dirigente de la izquierda, y, a su vez, se inicia otra.
Conclusión
El análisis de la primera etapa (1958-1969) de la vida de Francisco Mosquera Sánchez permite identificar varias cuestiones: por un lado, las tensiones que debió afrontar, ya en tiempos de su paso por el liberalismo oficialista, ya en tiempos de su militancia en el MOEC 7 de Enero. En este punto, su caso ilustra de alguna manera la situación de una generación de jóvenes colombianos, la de los años sesenta del siglo pasado, que vivió con intensidad la política nacional e internacional y que se inscribió en las dinámicas de transformación social que por entonces sacudieron al país y la región. El estudio de su vida ayuda a explicar qué motivó a tantos jóvenes colombianos a rebelarse contra el sistema político y depositar su fe en las ideas y proyectos revolucionarios.
Por otro lado, permite conocer el ambiente interno de la nueva izquierda colombiana que surgió luego del triunfo de los rebeldes cubanos en 1959, sus apuestas y aspiraciones políticas, pero también sus contradicciones, tensiones y errores.
Finalmente, permite conocer el origen de una corriente política que, como el MOIR, se formó (y se proyectó desde entonces en el escenario nacional) a partir de un ejercicio de crítica a ciertas tesis y prácticas de algunos sectores de la izquierda radical de la época. En este punto, puede decirse, sin correr el riesgo de equivocación, que la historia del MOIR es, en gran medida, la de Francisco Mosquera Sánchez. Sin embargo, siguen haciendo falta investigaciones que hagan más comprensible la presencia de este dirigente de la izquierda colombiana, así como la dinámica del MOIR desde los primeros momentos de su existencia. Aquí he intentado dar algunos pasos en esa dirección.
1 Recientemente el MOIR editó cuatro tomos que reúnen escritos de Francisco Mosquera Sánchez y Héctor Valencia (dirigente también fallecido). Llama la atención que la obra carezca de una presentación detenida de la trayectoria política del fundador del movimiento, y se limite a señalar en breves párrafos algunos datos del personaje. Ver Francisco Mosquera Sánchez y Héctor Valencia, MOIR. Cuarenta años de lucha. Documentos escogidos (Bogotá: Tribuna Roja, 2009).
2 Luego de la muerte de Francisco Mosquera, ocurrida en agosto de 1994, el MOIR entró en una crisis interna, que devino en poco tiempo en una profunda división. Por lo menos cuatro sectores se derivaron del núcleo original: uno que adoptó el nombre de Partido del Trabajo de Colombia (ptc); otro que se denominó MOIR Línea Francisco Mosquera; uno más que dio origen al Instituto Francisco Mosquera y, finalmente, un sector que continuó con el nombre inicial de la organización (donde milita el senador Jorge Enrique Robledo). Además, algunos cuadros terminaron apoyando a Álvaro Uribe Vélez en sus dos gobiernos y hoy ofician como sus ideólogos desde la Fundación Primero Colombia. Todas estas expresiones (al menos las ubicadas en la izquierda) se disputan el legado político del líder del movimiento y se asumen así mismo como las verdaderas intérpretes de sus planteamientos.
3 Leonor Arfuch, El espacio biográfico. Dilemas de la subjetividad contemporánea (Buenos Aires: FCE, 2007) 106.
4 François Dosse, La apuesta biográfica. Escribir una vida (Valencia: Publicacions de la Universitat de Valencia, 2007).
5 Medófilo Medina, Juegos de rebeldía. La trayectoria política de Saúl Charris de la Hoz (1914-) (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1997) 18.
6 Thomas Carlyle, Los héroes (Barcelona: Orbis, 1985) 45.
7 Medina 19.
8 Eric Hobsbawm, “Los intelectuales y la lucha de clases”, Revolucionarios (Barcelona: Crítica, 2000) 346 y ss.
9 Alberto Zalamea Costa et ál., Francisco Mosquera. 21 autores en busca de un personaje (Bogotá: Instituto Francisco Mosquera, 2000) 37.
10 Tribuna Roja 57 (sep., 1994): 13.
11 Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 17 nov. 1960: 4. El Colegio Santander se destacó por albergar en su seno a estudiantes que desde los años sesenta militaron en distintas expresiones de la izquierda del país. Por ejemplo, por sus instalaciones transitaron Jaime Arenas Reyes, Ricardo Lara Parada, Juan de Dios Aguilera, entre otros. La otra institución educativa de renombre en la ciudad era el Colegio Dámaso Zapata, vecino del Santander.
12 Zalamea Costa 156; Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 14 jul. 1960: 4.
13 Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 17 nov. 1960: 4.
14 Tribuna Roja 57 (sep., 1994): 13.
15 Tribuna Roja 57 (sep., 1994): 13.
16 Era frecuente que los diarios de Bucaramanga abrieran sus páginas a los estudiantes para que escribieran sobre el acontecer de las instituciones educativas. Lo anterior se acentuó especialmente después de las jornadas de mayo de 1957. Por ejemplo, El Deber de Bucaramanga, de tendencia conservadora, tuvo en 1958 una sección llamada Tribuna del Estudiantado, dirigida por Jaime Arenas Reyes y Cesar Villamizar, estudiantes del Colegio Santander y la uis respectivamente. Igual sucedió en periódicos como El Relator de Cali y El Espectador de Bogotá.
17 Sin duda, la columna del joven periodista tenía enorme parecido con la Danza de las Horas de Calibán.
18 El lugar ocupado por la columna da cuenta de la confianza otorgada por el director del diario al joven periodista: esta se ubicaba en la cuarta página, en la parte central, enseguida del lugar asignado a la editorial.
19 El análisis de las columnas escritas por Francisco Mosquera en Vanguardia Liberal permite identificar la visión política que poseía en ese momento. Por ejemplo, muestran el tipo de concepción liberal que reivindicaba y la forma como veía la realidad del país y del mundo. De eso trataré de dar cuenta en el escrito.
20 Algunos conocedores de la obra de Mosquera advierten en él un estilo particular en el ejercicio de la escritura. Sobre el tema, Gabriel Mejía haseñalado: “Es muy propio de su estilo que además de la narración del asunto definido, Mosquera precise su reflexión con una frase que le permite dejar una imagen, una representación viva y eficaz de su pensamiento que no puede ser fácilmente olvidada”. Zalamea Costa 137. En Ocurrencias es posible identificar algunas de esas características.
21 Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 8 sep. 1960: 4.
22 Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 28 nov. 1960: 4.
23 Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 30 nov. 1960: 4.
24 Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 30 sep. 1960: 4.
25 Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 27 sep. 1960: 4.
26 Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 28 sep. 1960: 4.
27 Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 3 oct. 1960: 4. Una lectura detenida de las columnas permite establecer que Mosquera había convertido en bandera personal convocar el fin definitivo de la violencia política, recordando que las víctimas principales derivadas de los hechos de sangre eran las gentes pobres del campo. Su mensaje era claro: “No queremos más muertos por banderas, por jefes o por sectarismos”. O: “La lección es la de que no podemos jamás desbocarnos por los caminos de los sectarismos políticos”. Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 28 y 29 nov. 1960: 4.
28 Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 12 oct. 1960: 4.
29 Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 12 oct. 1960: 4.
30 Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 16 oct. 1960: 4.
31 ”Voces de aliento a Vanguardia”, Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 27 oct. 1960: 2.
32 Llama la atención que los militantes del movimiento que Mosquera ayudó a fundar tiempo después (MOIR), quienes han asumido como tarea la preservación de su pensamiento, minimicen esta etapa de su vida y le presten poco interés.
33 Un sentimiento que, por cierto, era compartido en ese momento por muchos colombianos. No se debe olvidar que el plebiscito realizado el primero de diciembre de 1957 para promover el Frente Nacional fue aprobado con algo más de cuatro millones de votos, por lo que se convirtió en la cifra más alta registrada hasta ese momento en la historia electoral del país. Ver Jonathan Hartlyn, La política del régimen de coalición. La experiencia del Frente Nacional en Colombia (Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1993).
34 Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 6 sep. 1960: 4.
35 Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 22 nov. 1960: 4.
36 Un hecho que demuestra el respeto de Mosquera hacia el contrario político lo constituye la oración que publicó a raíz de la muerte de Gilberto Álzate Avendaño en noviembre de 1960. Ver Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 27 nov. 1960: 4.
37 Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 10 sep. 1960: 4.
38 Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 26 sep. 1960: 4.
39 Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 19 sep. 1960: 4.
40 Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 24 nov. 1960: 4.
41Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 16 sep. 1960: 4.
42 Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 1 oct. 1960: 4.
43 Precisamente, en agosto de 1959 se había reunido en Medellín el Congreso de la Juventud Liberal, y uno de los puntos abordados allí fue la necesidad de impulsar una política de distribución de tierras en el país. Ver Pierre Gilhodes, “La cuestión agraria en Colombia (1958-1965)”, Nueva Historia de Colombia (Bogotá: Planeta, 1989) 343.
44 Una década después, ubicado en la izquierda maoísta, Mosquera insistiría en la centralidad del “problema agrario”, afirmando que “la abismal diferencia en la posesión de la tierra perpetua en el campo colombiano un sistema atrasado de producción basado en el sojuzgamiento y la explotación de los campesinos por parte de la minoría terrateniente”, “mediante las más variadas y complejas formas de servidumbre como el pago en trabajo, en especie o en dinero”. A ese sistema le daba el carácter de feudal y lo consideraba “la causa del estancamiento de las fuerzas productivas” del país. Ver Francisco Mosquera Sánchez, “Concepción marxista del problema agrario”, MOIR. Unidad y combate (Bogotá: Editorial Tribuna Roja, 1976): 26. El artículo fue publicado inicialmente en el periódico Tribuna Roja el 3 de noviembre de 1971.
45Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 2 sep. 1960: 4.
46 Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 8 ago. 1960: 4.
47 Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 16 dic. 1960: 4. Sin duda, la reivindicación de Mosquera se enmarca en el viejo capítulo de las disputas bipartidistas por el papel y significado histórico de Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander. Al respecto, parece haber quedado establecido que mientras Santander fue el “Hombre de las Leyes”, denominación que recibió del propio Bolívar, este fue lo contrario: autoritario y conservador. Sin embargo, Bushnell llamó la atención hace tiempo sobre los límites de la caracterización del primero, al señalar que si bien “la cualidad especifica por la cual Santander es admirado fervientemente por los liberales colombianos de hoy es su devoción irrestricta por la legalidad constitucional”, no se debe olvidar que también “era capaz (Santander, N.A.) de pasar los límites legales cuando convenía a sus propósitos”, Ver David Bushnell, El régimen de Santander en la Gran Colombia (Bogotá: El Áncora Editores, 1985) 62.
48 Acerca de las razones que esgrimió Mosquera para reivindicar a Santander puede leerse a Mejía, quien señala: “A nada es más opuesto Mosquera que a las violaciones de las reglas del juego democrático por parte de los detentadores del mando. Comparte con Santander la necesidad de unas formulas en lo político y señala que sin una reglamentación congruente la democracia caduca”. Ver Gabriel Mejía, El pensamiento de Francisco Mosquera. Una aproximación (Bogotá: Instituto Francisco Mosquera Editores, 1999). Nosotros nos hemos acercado al tema en La Independencia y los héroes en los discursos de la izquierda colombiana: reivindicaciones, adaptaciones y lecturas disidentes, publicación en prensa.
49 En 1960 Darío Echandía, jefe nacional del liberalismo, estableció la elección de los directorios municipales y departamentales por vía participativa, sustituyendo la conformación de los mismos por capricho de las jerarquías. La decisión alimentó el espíritu democrático de la colectividad al promover la participación de las bases liberales en la escogencia de sus dirigentes. Mosquera se vinculó activamente en el proceso de difusión de la medida en Bucaramanga, agitando desde la tribuna pública las bondades del nuevo mecanismo decisorio.
50 Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 14 y 18 dic. 1960: 4. En esa oportunidad fue designado por la comunidad como Secretario de los Comités Liberales de Barrios.
51 Francisco Mosquera Sánchez, “Carta Abierta a los Directorios Liberales Departamental de Santander y Municipal de Bucaramanga”, Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 15 dic. 1960: 4
52 Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 15 dic. 1960: 4.
53 Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 29 dic. 1960: 4.
54 Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 29 dic. 1960: 4.
55 Entrevista a Alonso Ojeda Awad, Bogotá, febrero de 2008.
56 Distintas versiones indican que Mosquera inició estudios de Derecho en la Universidad Nacional. Sin embargo, la consulta de los registros de matrícula de ese año que reposan en el Archivo Central Histórico de esa universidad no permiten establecer que eso sea cierto. No obstante, vamos a dar aquí por cierta esa versión, que ha sido recreada especialmente por varios militantes del MOIR que estuvieron cerca de él. El dato sobre los hermanos de Francisco Mosquera, en entrevista a Alonso Ojeda Awad, Bogotá, febrero de 2008.
57 Tribuna Roja 57 (sep., 1994): 13. En tiempos de Ocurrencias, Mosquera tenía ideas elementales del marxismo, adquiridas al parecer de lecturas secundarias, sin evidenciar un conocimiento detallado de la obra del pensador alemán.
58 Mauricio Archila, Idas y venidas. Vueltas y revueltas. Protestas sociales en Colombia 1958–1990 (Bogotá: ICANH / CINEP, 2003) 136.
59 Ver Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 19 de sep. 1960: 5.
60 En su investigación sobre las protestas sociales en el Frente Nacional, Mauricio Archila no registra ninguna huelga adelantada por los trabajadores de Ecopetrol en 1961. Destaca sí dos huelgas que tuvieron gran resonancia: la de los trabajadores de Avianca en agosto y la de los bancarios en octubre. En otra investigación se señala que solo hasta el segundo semestre de 1963 los trabajadores de la USO realizaron una huelga con repercusiones a nivel nacional. Ver Renán Vega, Luz Ángela Núñez y Alexander Pereira, Petróleo y protesta obrera. La USO y los trabajadores petroleros en Colombia. tomo 2: En tiempos de Ecopetrol (Bogotá: Corporación Aury Sara Marrugo, 2009). De ser cierto lo acontecido con Mosquera, es probable que el suceso en el que se vio envuelto haya sido la huelga de Avianca de 1961, en donde los estudiantes de la Universidad Nacional tuvieron una destacada participación.
61 Francisco Mosquera Sánchez, “Carta al Padre”, junio 18 de 1961. La carta nos recuerda la que redactó Marx a su padre el 10 de noviembre de 1837, luego que el primero viajó a Berlín a iniciar sus estudios universitarios, separándose de su familia. En ella, el revolucionario alemán anotaba, entre otras cosas, lo siguiente: “Hay momentos en la vida que se sitúan como señales fronterizas ante una etapa recorrida, pero que al mismo tiempo señalan con determinación en una nueva dirección. En tales momentos de transición, nos sentimos apremiados a contemplar el pasado y el presente con la mirada de águila del pensamiento para llegar a la conciencia de nuestra posición real”. En la carta de Mosquera, este finaliza diciendo: “Empiezo con ella otra etapa de mi vida, la definitiva, sabiendo que he llegado a tu corazón con un mensaje de amor y rebeldía”. Ver “Carta al Padre”, Karl Marx. Textos 1837-1847 (Bogotá: Eris Editorial, 1978).
62 Mosquera Sánchez, “Carta al Padre”.
63 El caso de Mosquera tiene estrecha relación con la pregunta formulada por Eric Hobsbawm: ¿por qué hay hombres y mujeres que se hacen revolucionarios? De acuerdo con el historiador inglés, eso sucede “porque creen que lo que ellos desean subjetivamente de la vida no puede lograrse sin un cambio fundamental en la sociedad”. En este caso, existe un sustrato de idealismo o utopismo, que “puede convertirse en determinados momentos en dominante para los individuos”. Y agrega que “lo que empuja a la gente hacia un revolucionarismo consciente no es lo ambicioso de sus objetivos, sino el aparente fracaso de todas las vías alternativas para alcanzarlos, el cierre de todas las puertas que conducen a ellos”. Además, en la decisión de convertirse en revolucionario no hay desesperación, sino esperanza, desbordado optimismo. Eso se ve en Mosquera, precisamente cuando le dice a su padre en tono categórico: “Esta generación mía hará la revolución”. Ver Hobsbawm 346 y ss.
64 Mosquera Sánchez, “Carta al padre”.
65 El caso de Mosquera desde luego no fue el único. Muchos jóvenes procedentes del bipartidismo y que habían depositado en un primer momento su confianza en el Frente Nacional pronto se sintieron decepcionados y comenzaron a ensayar vías políticas radicales. Uno de los casos más significativos de la época fue el de Antonio Larrota González, quien venía del conservatismo y promovió en el país el surgimiento de la nueva izquierda. Ver José Abelardo Díaz Jaramillo, “Juventud, nueva izquierda y revolución en Colombia: los avatares políticos de Antonio Larrota González”, Controversia 194 (2010).
66 En efecto, fue el MOEC 7 de Enero la primera expresión de la nueva izquierda que apareció en Colombia, luego del triunfo de los cubanos en 1959, promoviendo posturas proguerrilleras y abstencionistas. Para un conocimiento de esta organización, puede consultarse nuestra investigación José Abelardo Díaz Jaramillo, “El Movimiento Obrero Estudiantil Campesino 7 de Enero y los orígenes de la nueva izquierda en Colombia 1959-1969″, tesis de maestría en Historia, Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2010.
67 Entrevista a Alonso Ojeda Awad, Bogotá, febrero de 2008. Resulta poco probable que Mosquera haya tenido algún contacto personal con Antonio Larrota González en Bogotá, como lo expresa Ciro Quiroz, ya que este se encontraba prácticamente en la clandestinidad desde el primer semestre de 1960 y solo se conoció de su paradero cuando apareció asesinado en mayo de 1961 en el Cauca. Como se ha registrado aquí, para entonces Mosquera cursaba su primer semestre en la Universidad Nacional en Bogotá. Ver Ciro Quiroz, La Universidad Nacional en sus pasillos (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2003) 199.
68 Universidad Externado de Colombia, Índice alfabético de alumnos matriculados y graduados de 1918 a 1985 (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 1986).
69Entrevista a Jaime Galarza, Bogotá, julio de 2008.
70 Entrevista a Antonio Pinzón Sarmiento, Bogotá, febrero de 2008.
71 Zalamea Costa 159. Se tiene conocimiento del envío de militantes del MOEC 7 de Enero al extranjero a recibir capacitación en estrategia político militar desde 1961. Además de Cuba, otros destinos fueron China, Vietnam y Corea del Norte. Las capacitaciones variaban de acuerdo al lugar donde se impartían: por ejemplo, los enfoques eran distintos en Cuba y en China. Jaime Galarza, quien recibió capacitación en China en 1963, recuerda que los instructores de ese país ponían bastante énfasis en la historia de la revolución china y en el trabajo de masas. El propio Mosquera señalaría luego de su regreso de la isla que los cubanos ponían mayor énfasis en las cuestiones militares.
72 Francisco Mosquera Sánchez, “Hagamos del MOEC un auténtico partido marxista leninista”, 1965, 41. El documento apareció firmado con el nombre de Ricardo Sánchez, seudónimo empleado por Mosquera en ese entonces. Aquí lo citamos con el nombre de Francisco Mosquera.
73 Tribuna Roja 57 (sep., 1994): 13; también Mejía 37.
74 Entrevista a Jaime Galarza, Bogotá, junio de 2009.
75 Entrevista a Eduardo Franco Isaza, Bogotá, marzo de 2008.
76 El documento empezó a ser redactado en Bogotá, seguramente en el segundo semestre de 1964, y fue concluido en Medellín en 1965, de acuerdo a la versión de un militante del MOEC 7 de Enero radicado en esa ciudad. Ver Tribuna Roja 77 (jun., 1999): 8.
77 Mosquera Sánchez, “Hagamos del MOEC…” 71.
78 Entre 1961 y 1965 el MOEC 7 de Enero promovió proyectos armados en el país (Tacueyó, Urabá, Vichada, Puente Tierra), y en varios de ellos intentó aplicar el esquema del foco armado. Incluso, después de su regreso de Cuba, el mismo Mosquera intentó armar su propio foco en la Serranía de San Lucas, pero fue neutralizado rápidamente por el Ejército. Es probable que esa experiencia frustrada, que se sumaba al fracaso de los demás proyectos armados del MOEC 7 de Enero, haya reforzado en Mosquera la idea de enfatizar en el trabajo político de masas, más que en la vía armada. El dato sobre el intento militar de Mosquera inicialmente fue compartido por Jorge García, exmilitante del MOEC 7 de Enero y ratificado por varios miembros del MOIR en Bogotá en febrero de 2011. Entrevista a Jorge García, Bogotá, julio de 2007.
79 En el documento son reiteradas las referencias a la guerra popular prolongada en Colombia como una necesidad política, y al final del mismo se encuentra la siguiente consigna: “¡Por el triunfo de la lucha armada revolucionaria, hasta la muerte!”
80 Miguel Ángel Urrego, Intelectuales, Estado y nación en Colombia. De la guerra de los Mil Días a la constitución de 1991 (Bogotá: Siglo del Hombre Editores, 2002) 178. Álvaro Delgado afirma que a pesar de tener poca identidad política con el MOIR, “levantaría la mano en señal de aprobación” por ese movimiento, entre otras cosas, por “su rechazo claro y consecuente de la lucha armada como forma política en el país”. Ver Álvaro Delgado, Todo tiempo pasado fue peor (Bogotá: La Carreta, 2007) 250. Vale anotar aquí que el caso del MOIR no fue el único en Latinoamérica de una organización maoísta que se alejó del modelo armado de revolución. Por ejemplo, en Argentina el Partido Comunista Revolucionario (maoísta) desechó la vía armada, en un contexto similar al colombiano (años setenta), en donde varias agrupaciones guerrilleras confrontaban a la dictadura militar. Ver Hugo Vezzetti, Sobre la violencia revolucionaria. Memorias y olvidos (Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2009) 71.
81 Tribuna Roja 57 (sep., 1994): 14.
82 Testimonio de Hernán de Jesús Taborda. Zalamea Costa 66.
83 Tribuna Roja 57 (sep., 1994): 14.
84 ”Contra la represión! Carta abierta al Secretario de Gobierno Municipal de Cali”, Sindicato de Trabajadores de emcali, julio 4 de 1968. Archivo del autor.
85 Ver “Reprimiendo el derecho de huelga en Amaga”, Voz Proletaria [Bogotá] 11 jul. 1968: 6.
86 Testimonio de Hernán de Jesús Taborda. Zalamea Costa 68.
87 Frank Molano, “El imaginario maoísta 1965-1982 como mentalidad revolucionaria en la izquierda colombiana”, tesis de maestría en Historia, Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2004, 146.
88 Amado A. Guerrero, Isaías Tristancho y Mario Cediel Rueda, Historia oral del sindicalismo en Santander (Bucaramanga: Universidad Industrial de Santander, 2005): 65 y 66.
89 María Teresa Cifuentes, Diego Montaña Cuellar: luchador del siglo XX (Medellín: La Carreta, 2010) 135.
OBRAS CITADAS
- Fuentes primarias
Documentos inéditos
“Contra la represión! Carta abierta al Secretario de Gobierno Municipal de Cali”. Sindicato de Trabajadores de EMCALI, julio 4 de 1968.
Mosquera Sánchez, Francisco. “Hagamos del MOEC un auténtico partido marxistaleninista”, 1965.
Mosquera Sánchez, Francisco. Carta al Padre, junio 18 de 1961.
Periódicos y revistas
Tribuna Roja (Bogotá) 1971, 1997 y 1999.
Vanguardia Liberal [Bucaramanga] 1960.
Voz Proletaria [Bogotá] 11 jul. 1968: 6.
Entrevistas
Alonso Ojeda Awad, Bogotá, febrero de 2008.
Antonio Pinzón Sarmiento, Bogotá, febrero de 2008.
Eduardo Franco Isaza, Bogotá, marzo de 2008.
Jaime Galarza, Bogotá, junio de 2009.
- Fuentes secundarias
Libros y artículos
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Carlyle, Thomas. Los héroes. Barcelona: Orbis, 1985.
Cifuentes, María Teresa. Diego Montaña Cuéllar: luchador del siglo XX. Medellín: La Carreta, 2010.
Delgado, Álvaro. Todo tiempo pasado fue peor. Bogotá: La Carreta, 2007.
Díaz Jaramillo, José Abelardo. “El Movimiento Obrero Estudiantil Campesino 7 de Enero y los orígenes de la nueva izquierda en Colombia 1959-1969″. Tesis de maestría en Historia. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2010.
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JOSÉ ABELARDO DÍAZ JARAMILLO
Universidad Pedagógica Nacional
Bogotá, Colombia
[email protected]
Artículo de investigación.
Recepción: 6 de diciembre de 2010. Aprobación: 9 de marzo de 2011.