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‘A los perros no los castran sino una sola vez’ apoyo al gobierno de Gustavo Petro Directorios regionales del Partido Conservador rechazan

Momentos de enorme confusión y preocupación padece Colombia por la cantidad de propuestas del gobierno del presidente Gustavo Petro Urrego, una de las cuales,  talvez la más absurda –, tiene que ver con el posible indulto a criminales de la delincuencia común, pertenecientes a los grupos de narcotraficantes y atracadores, para que se entreguen a las autoridades judiciales a cambio del reconocimiento de subsidios en dinero para estos delincuentes.

 ‘El diablo haciendo hostias’, dicen los ciudadanos que escuchan las absurdas propuestas del nuevo régimen político que se tomó el poder en Colombia, a través de unas elecciones atípicas donde le cobraron a la clase dirigente de los partidos legalmente constituidos los presuntos actos de corrupción contra los cuales se desarrollaron las campañas electorales de Gustavo Petro y Rodolfo Hernández.

Previamente se habían realizado en Colombia muchas manifestaciones de protesta contra el gobierno del presidente Iván Duque Márquez que tuvo que enfrentar las consecuencias de la pandemia del coronavirus, la guerra del narcotráfico y de otros grupos armados ilegales, el mal manejo de las relaciones internacionales y la amenaza de una guerra con Venezuela.

Gustavo Petro no tuvo rival en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, sino cómplice como el ingeniero Rodolfo Hernández, que le sirvió de comodín y de mampuesto para que el líder del Movimiento guerrillero Diecinueve de Abril pudiera llegar airoso al primer empleo de la nación. El ingeniero Rodolfo Hernández, que tuvo en sus manos el triunfo en las elecciones presidenciales, mató el tigre y se asustó con el cuero, porque no estaba preparado para ser el presidente de Colombia.

Como jefe de la oposición al gobierno de Gustavo Petro, el ingeniero Rodolfo Hernández ha sido un fracaso. En el imaginario de la ciudadanía, que quería derrotar a Petro, quedó el sabor de una amarga derrota. El solo cuento de la lucha contra la corrupción, que se volvió monotemático en los labios de este ilustre santandereano, fue una bola de nieve para distraer a los buenos ciudadanos que le habíamos depositado su confianza y que terminó abrazado con su presunto rival como si hubiera existido un cambalache para quedarse quieto, cuando las últimas encuestas de opinión lo favorecían para ocupar la primera magistratura.

El argumento de que su vida corría peligro fue un sofisma de distracción para quedarse quieto durante la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, donde suspendió las actividades propias de una campaña electoral para visitar la Basílica de Chiquinquirá, distrayendo a la opinión nacional que lo quería ver en las plazas públicas.

Los santandereanos, que esperábamos ganar la presidencia de la República con el nombre del ingeniero Rodolfo Hernández, después de ciento cuarenta años de la elección de don Aquileo Parra Gómez, el ciudadano oriundo de Barichara, sufrimos la peor frustración y la mayor amargura. Ya no era el gallo de pelea, sino un modesto observador de los acontecimientos.

Después de semejante comportamiento político, donde Hernández renunció a la oportunidad de ser el presidente de Colombia, no parece posible que pueda merecernos la confianza para una nueva aspiración, esta vez a la gobernación de Santander, porque como dicen los campesinos de mi tierra: ‘a los perros no los castran sino una sola vez’  

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