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‘Cabalgando sobre el espinazo de los acontecimientos’, como decía el caudillo conservador Laureano Gómez Castro, hay que tomarle el pulso a la nación en este cruce de caminos de la historia

Ninguno de los candidatos presidenciales que irán en el tarjetón electoral satisface plenamente las necesidades del país, que está huérfano de verdaderos estadistas, de hombres y mujeres capaces de enderezar el rumbo de esta nación, golpeada por la impresionante corrupción en todos los niveles de la administración pública.
Los partidos históricos, dedicados a disputarse la burocracia oficial, los contratos estatales, las concesiones viales y los grandes negocios del estado colombiano, perdieron majestad y credibilidad.
Llegaron las barras bravas de la inconformidad y de la anarquía, los grupos de protesta que tocaron a las puertas de las universidades públicas y se apoderaron del voto estudiantil; corrompieron a las organizaciones sindicales convertidas en grupos de presión económica para conseguir inconfesables privilegios y destruyeron la educación pública.
La nueva Constitución Política promulgada en 1991 abrió las puertas y ventanas a la creación de organizaciones electorales de pacotilla y de garaje, y se acabó la escuela política que preparaba a los líderes de la nación desde los concejos municipales, pasando por las asambleas departamentales y por el Congreso de la República.
El caudillismo, representado por las figuras de trayectoria en la vida política del país que hicieron historia, como Alfonso López Pumarejo, Laureano Gómez Castro, el Maestro Darío Echandía, Alberto Lleras Camargo, Carlos Lleras Restrepo, Álvaro Gómez Hurtado y Misael Pastrana Borrero, entre otros, fue sustituido por la jefatura de los expresidentes Cesar Gaviria Trujillo en el partido liberal y Andrés Pastrana Arango, en el partido conservador, que muy pocas injerencias tienen en las huestes electorales de la nación.
El partido Centro Democrático del expresidente Álvaro Uribe Vélez está atravesando su peor momento, por el proceso penal que enfrenta el jefe máximo de la institución en la Corte Suprema de Justicia, expuesto a ser condenado por presunta compra de testigos en un proceso penal que lo persigue desde cuando aparecieron en el departamento de Antioquia los grupos de autodefensa campesina.
Lamentable la ausencia del ex vicepresidente Germán Varga Lleras, que se quemó defendiendo la administración del expresidente Juan Manuel Santos Calderón. Un estadista al que le debe el país la construcción de las autopistas de cuarta generación, que han mejorado la movilidad en diferentes regiones del país, especialmente en Antioquia, la zona cafetera, el sur del país y la Costa Atlántica.
¿Cuál es el estadista que va a salvar a Colombia del atolladero en que se encuentra?
¿Acaso será Federico Gutiérrez Zuluaga, que al momento de escoger su fórmula vicepresidencial aterrizaje en Neiva para escoger al médico Rodrigo Lara Sánchez, Medico de Egresado de nuestra Universidad del Cauca, camino por nuestras calles , compartio en el Parque Caldas , hijo del inmolado exministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla?
¿Podrá ser el excomandante del Movimiento Diecinueve de Abril (M-19) Gustavo Petro Urrego con su vicepresidenta Francia Helena Márquez Mina, nacida en medio de las zonas cocaleras del departamento del Cauca y enemiga de la minería legal?
¿Acaso reúne la condición de estadista el ingeniero Rodolfo Hernández Suárez, como enorme conductor de la nación, en esta crisis institucional, aun reconociéndole sus méritos como empresario y líder de la industria de la construcción en el país?
No es fácil encontrar en esta oportunidad el líder que pueda recuperar la confianza de la nación en sus instituciones.
‘Cabalgando sobre el espinazo de los acontecimientos’, como decía el caudillo conservador Laureano Gómez Castro, hay que tomarle el pulso a la nación en este cruce de caminos de la historia.
La saliente administración del presidente Iván Duque Márquez ha tenido que defenderse de los ataques callejeros a la fuerza pública; de la guerra declarada por los grupos guerrilleros y narcotraficantes; de las acciones criminales patrocinadas por los regímenes de Venezuela y Nicaragua; de la devastación de la confianza del país en sus instituciones; de fenómenos de corrupción en todos los niveles de la administración pública; de la picaresca contratista que se da silvestre en el Departamento Administrativo de la Presidencia de la República, en los quince (15) ministerios repletos de burocracia innecesaria y en los institutos descentralizados, que están secuestrados por la corrupción.
¿Será que alguno de los actuales candidatos presidenciales tiene la fórmula mágica para evitar el salto al vacío que puede producirse en Colombia a raíz de la degradación de la actividad política?
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