Como era de distinta la vida de antes, sin la esclavitud de los teléfonos celulares y de las redes sociales, llenas de basura, que torturan la mente humana y convierten a los seres mortales en unos zombis, cuya esclavitud mental rompe con las normas de la buena urbanidad y del respeto con los seres humanos, que al otro lado de la pequeña pantalla tienen que recibir mensajes de todo orden, muchos de ellos cargados de odio contra las personas, acabando con la tranquilidad que en otros tiempos permitía las conversaciones y diálogos de familia, el buen trato entre padres e hijos y por supuesto, la asimilación del conocimiento humano y científico en las instituciones educativas.
En Colombia existen cuarenta y cinco millones de teléfonos celulares, infinidad de ‘empresas de redes’ que no encuentran asidero jurídico en la normatividad vigente sobre medios de comunicación. Por el resumidero de la contratación oficial se fugan sumas de dinero escandalosas para redes sociales invisibles y ‘comunicaciones virtuales’, que se quedan con la torta publicitaria que otrora estaba destinada a los tradicionales medios de comunicación.
Está de moda en las entidades públicas utilizar la panacea de las ‘redes sociales’, una actividad que tiene luces y sombras, pero más sombras por lo que se oculta entre bambalinas, porque audaces personajes, agazapados en la actividad política, decidieron prohijarlos en los presupuestos de las oficinas de prensa, donde no existen controles sobre la forma como se reconocen facturas y cuentas de cobro, vulnerando el trabajo de los periodistas profesionales y de los medios calificados, que han sido los guardianes de la civilización, como la prensa, radio y televisión, que fueron remplazados por audaces seudoperiodistas agazapados en las nóminas oficiales y protegidos por algunas oficinas de prensa de entidades públicas.
Están cobrando sumas de dinero que no tienen vigilancia de las contralorías ni existe medición alguna de la calidad del servicio que puedan prestar, pero es mucho el dinero que están tirando a las alcantarillas de la corrupción, para ahogar y estrangular económicamente a los medios tradicionales que fueron la escuela del buen saber y del buen decir en el manejo de la lengua castellana y que han sido remplazados por imágenes y textos que hasta el más ignorante de los mortales puede manejar, sin necesidad de títulos académicos.
Desde cuando un audaz jefe de prensa, importado desde algún departamento del interior del país, desde donde llegaron los afortunados contratistas, pudo facturar en muchas regiones sus seis empresas de redes sociales que fueron exitosas en el departamento del Huila, a la sombra del primer empleo del departamento, las publicaciones oficiales, las tarjetas de invitación a los eventos que convocan los mandatarios de turno, el buen estilo en los actos protocolarios, todo ese protocolo fue remplazado por una lacónica nota en redes, que el destinatario debe adivinar, para sentirse convocado o invitado a un dialogo con los señores gobernadores o con los señores alcaldes de los departamentos del país.
En las universidades y en los colegios se pierde el tiempo concurriendo a las aulas de clase, porque mientras el catedrático se desgañita gritando para ser escuchado, los muchachos están revisando el wasap, el twitter, el Facebook, revisando una película porno o una telenovela del narcotraficante más famoso que haya dado la humanidad, porque la sabiduría y el conocimiento científico perdieron la batalla en la vorágine de la locura colectiva que se ha apoderado de las nuevas generaciones que ya no quieren conocer las ciencias exactas, porque la pantalla del teléfono celular cambió el chic de las nuevas generaciones, que naufragan en el espejismo de las nuevas realidades.
Imgen Tomada de Internet