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Dejó Banco de la República de imprimir billetes de mil pesos

La devaluación de la moneda colombiana ha encarecido la importación de equipos tecnológicos y ha provocado la fuga de capitales más espantosa que haya conocido el país en los últimos cincuenta años.
Pensar que un estudiante de medicina tenga que pagar diez millones de pesos por el precio de un computador, que es herramienta vital para conservar la información científica, es algo que produce desconcierto, cuando hace pocos años un computador portátil con todas sus arandelas se compraba en dos millones de pesos.
Los precios de los vehículos automotores están inalcanzables. Vamos a tener que usar carros viejos, como en Cuba donde el régimen comunista redujo los salarios de los profesionales a su mas mínima expresión, para que cuando puedan vayan a la zafra a pelar caña para la producción azucarera, que es su principal producto de exportación.
Hace medio siglo el dólar norteamericano costaba cuatro pesos colombianos; ahora cuesta 4.770 pesos y es posible que en menos de un año los billetes de dos mil y cinco mil pesos sean utilizados para remplazar el papel higiénico, como en Venezuela.
El presidente Petro ha anunciado nuevos subsidios en dinero para unos tres millones de familias colombianas, utilizando los recursos provenientes de los impuestos creados en la última reforma tributaria.
El ochenta por ciento de los estudiantes de las treinta y dos universidades públicas no pagan derechos de matrícula porque todo lo asumió el estado colombiano, con el pretexto de abrirles nuevas oportunidades a los hijos de los pobres, que ya no necesitan trabajar porque el régimen creó la manera de premiarles la ociosidad y la pereza.
Ya no se consiguen empleadas del servicio doméstico porque con el programa de ‘Mujeres Cabeza de familia’, cada mes les llega un giro bancario por quinientos mil pesos, que los pagamos los empresarios a través de los nuevos impuestos.
Además, en el Congreso de la República redujeron la jornada laboral para que en los hogares más pobres haya tiempo para la recreación y el esparcimiento, multiplicando la especie humana, como en Venezuela.
La moneda nacional de Colombia ha perdido su poder adquisitivo y cada punto de la devaluación del peso colombiano representa un mayor incremento de la deuda pública internacional, de más de ciento cincuenta mil millones de dólares, que se ha vuelto impagable.
El expresidente Álvaro Uribe, por temor a la capacidad de venganza de algunos miembros del gobierno que lo odian, prefirió acomodarse a la ola tumultuaria de quienes piden y exigen indultos y amnistías, porque quiere ponerse a salvo de las arremetidas del terrorismo.
Un Congreso de la República, sin oposición, porque casi todos los congresistas se inclinaron, como los terneros, a disfrutar de la ubre del Estado con salarios superiores a los treinta y cinco millones de pesos mensuales, quién dijo miedo, cuando se acomodaron como los líquidos a la medida de las vasijas.
La dignidad de los llamados ‘Padres de la Patria’, que se entregaron al nuevo régimen, se perdió en los laberintos de la impunidad rampante del ‘sálvese quien pueda’, que es como la ‘Ley de la Selva’, un país de ladrones, atracadores y terroristas, que se engañan a sí mismos con el manido cuento de la ‘La Paz Total’, en medio de la anarquía y de la confusión que ha logrado crear el ‘señor Presidente’.
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