La brutal arremetida de la guerrilla del ELN contra un grupo disidente de las extintas FARC en el Catatumbo, que en solo una semana ha dejado un saldo de 60 muertos y 40.000 desplazados, llevó al Gobierno de Gustavo Petro a reemplazar su política de paz total por una improvisada estrategia de guerra. “Le corresponde al Ejército actual, al Ejército de la Constitución, salvar y proteger a la población del Catatumbo del ELN, su asesino. El ELN ha escogido el camino de la guerra y guerra tendrá”, escribió el presidente Gustavo Petro en sus redes sociales, se suspendieron los diálogos con esa guerrilla y la Fiscalía reactivó las órdenes de captura contra sus principales cabecillas.
Sin embargo, las fuerzas armadas atraviesan un momento complicado y no parecen estar preparadas para enfrentarse a varios frentes de guerra simultáneamente. En los dos años y medio del gobierno de Gustavo Petro, el Ejército se ha debilitado mientras que los grupos armados ilegales, como el ELN, las disidencias de las FARC y el Clan del Golfo, han crecido y consolidado su poder. Esto se debe a la disminución del número de soldados, los recortes presupuestales, el deterioro del poder aéreo y la pérdida de capacidad en inteligencia. Como resultado, los grupos armados han expandido su presencia en más regiones del país, aumentando la inseguridad y complicando el control territorial del Estado.
Otro problema grave que afecta a las fuerzas militares de Colombia es la pérdida de poder aéreo. Según el investigador Mantilla, cerca del 60% de la flota aérea del país está inoperativa, debido a la falta de mantenimiento, obsolescencia de los equipos o la escasez de combustible.A mediados de 2024, sólo el 25% de los helicópteros y el 60% de los aviones estaban operando. Además, la Policía Nacional ha visto una disminución en sus aeronaves operativas, pasando de 96 en 2022 a 69 en 2024.
Eso se ve reflejado en las horas de vuelo, un indicador clave de la capacidad aérea. Lizarazo explica que los pilotos han reducido significativamente sus horas de entrenamiento. “En su pico de capacidades, un piloto volaba 100 horas al mes, a inicios del año pasado eso pasó a 10 horas”. Uno de los factores que ha producido esa pérdida de capacidad es la reducción del presupuesto. En noviembre del año pasado, el Ministerio de Defensa redujo la asignación para gastos de funcionamiento, con 14.000 millones de pesos menos para el combustible de las aeronaves. “Si se reduce la gasolina, los pilotos pierden horas de vuelo. Eso se ve reflejado en que tenemos una fuerza aérea menos experimentada que la de hace unos años”, dice Mantilla.
El general retirado Rafael Colón agrega otro elemento. Afirma que los continuos ceses al fuego y las nueve mesas de negociación paralelas que emprendió el Gobierno confunden a los militares. “Desde hace dos años, hemos visto que los grupos armados fortalecieron sus capacidades con economía ilegal, pero la fuerza militar está maniatada. Las guerrillas han cogido ventaja”. Para Colón, uno de los síntomas más graves de ese debilitamiento es que la mayoría de las disputas por el territorio se están dando entre grupos armados. ”Las fuerzas militares se resguardan en las bases y pierden la ofensiva”.
El último factor, según los tres consultados, ha sido la decisión de desmontar las fuerzas de tarea conjunta, tomada en noviembre pasado. Para los expertos, sin ellas se compromete la capacidad de realizar acciones de gran envergadura entre el Ejército, la armada y la fuerza aérea, como las que se requieren en el Catatumbo. “Lo que está pasando en esa región demuestra que el Gobierno no tenía un plan B si la paz total salía mal”, dice Mantilla. “No tenemos certeza de que vaya a haber una victoria militar como el presidente anuncia” incluyó, Lizarazo insiste: “Este Gobierno no ha hecho una articulación de política de paz y la estrategia de guerra. Las perspectivas no son favorables”.