Se que muchos en medio de la crisis sanitaria, estamos cansados del “coronavirus”, estamos cansados que se repita insaciablemente en los medios televisivos y las redes sociales, las estadísticas de contagio, su vertiginoso aumento, los soldados que mueren día tras día, en una guerra silenciosa, sin armas y sin armadura; lo cierto es, que poco a poco, viene recorriendo cada rincón del planeta, infectando a quienes desafortunadamente no acataron las medidas, o simplemente estuvieron en el lugar equivocado.
Es un mal necesario, ¡toca infundir prevención!, detalles que muchos almacenes de cadena olvidan recordar , además con la famosa excusa de la gente que dice usted no es quien para decir lo que debo hacer , cada cual se cuida a su modo, la gente olvida que el estar cerca en una fila también puede ser causante del contagio y que muchos tapabocas No son los apropiados para evitar la propagación del virus o que ingrese a tu cuerpo, como las medidas de protección, para contrarrestar la curva de contagio, así llamada por los epidemiólogos.
La vida se nos trastocó en todos sus detalles, más aún cuando lo excepcional se viene convirtiendo en lo cotidiano, la cuarentena forzosa nos obligó a reordenar nuestros hábitos y también valores. El impacto cultural de ver a militares y policías «del lado de los buenos», batallando por las calles con los desadaptados, que aún no entienden la magnitud de la crisis y lo fundamental de “quedarse en casa”; sumado a ello, su gran aporte solidario llevando a los hogares de los más vulnerables unas raciones de comida, que les permitirá sobrevivir un par de días.
Decretar un Estado de Excepción, con medida obligatoria la cuarentena, adicional a eso los toques de queda por la terquedad de la gente , implica un montón de prohibiciones, restricciones y cambios forzosos. Digamos que al extremo nos desordena la familia, el trabajo y la vida social lo cual vivimos lo cual jamás deseamos repetir. Las prohibiciones son obviamente eso: límites al ejercicio de la libertad. O al menos de lo que hace un par de semanas considerábamos libertad. Porque hoy, después la libertad es otra cosa. No es que la hayamos desterrado, ni borrado, ni puesto en segundo o tercer orden. Es que la prioridad es otra.
Vivimos en un país concebido teóricamente, como tantos otros de Occidente, con la idea de libertad. Simón Bolívar regresó de Italia para agarrar un sable, calzarse un uniforme, subirse a un caballo y marchar a la guerra por la Libertad. Camilo Torres impulsado por la indolencia española escribió su famosa obra el memorial de agravios, una afrenta contra el gobierno por la falta de oportunidades de los criollos y la lucha por la libertad.
Y no podía faltar nuestra heroína Policarpa Salavarrieta, quien creo la primera fuerza de resistencia independentista criolla, contra régimen del terror impuesto por Juan Sámano, a la hora de su muerte se inmortalizó con estas palabras “¡Pueblo indolente! ¡¡Cuán distinta sería hoy vuestra suerte si conociérais el precio de la libertad! Es evidente que a todos nos adoctrinaron de chiquitos haciéndoles oír a los mortales las hazañas de nuestros próceres, o más aun observando en los medios televisivos épicas batallas gringas, en donde se proclama el sagrado grito de “Libertad”.
La cuestión es que, justo en estos días cuarentena, se ha convertido para muchos colombianos la libertad como un deseo; “la libertad” de salir por las calles, sin ninguna justificación; “la libertad” de abastecerse en los centros de mercados, repletos de gente sin cumplir los protocolos de protección; “la libertad” de llenar la nevera y la despensa hasta reventar; “la libertad” de falsificar su documento de identificación alterando los últimos dígitos, para así lograr el pico y cédula del día; “la libertad” de especular los precios del mercado, para aprovecharse de los más necesitados; “la libertad” de impedir el ingreso a su residencia a quienes son infectados con el virus; “la libertad” de discriminar a los profesionales de la salud que luchan incansablemente para salvar vidas y por qué no “la libertad” de los mandatarios regionales, aprovechándose de la crisis para contratar con sus amigos y lograr una mejor tajada.
Una serie de razones, que hoy tienden a justificar el deseo de libertad, pero lo más fundamental en el tema no es simplemente creerse que la libertad en tiempos de cuarentena connota una simple restricción o atadura a la ley o el paraguas de la pandemia; es más debemos contemplarla, como la lucha incansable de preservación de la raza humana ad portas de ser exterminada, por las conductas perversas y decisiones incoherentes e injustas de los individuos y sus gobernantes.
En definitiva, mi intención es hacer el llamado a mantener el equilibrio de la libertad, que estos escasos días para que culmine el año y el comienzo del 2021 , nos permita reflexionar por todos nuestros errores, e iniciemos esa nueva mutación de la cuarentena como aquella oportunidad de seguir cumpliendo los proyectos trazados.
La oportunidad de ser honesto con nosotros mismo y con la sociedad, la oportunidad de seguir abrazando nuestros abuelos y familiares, la oportunidad de regresar al trabajo y compartir con los compañeros, la oportunidad de volver a transitar las calles de los vecindarios, la oportunidad de saludar a nuestros vecinos con una sonrisa y un apretón manos, la oportunidad de disfrutar un helado, un cine y un juego fútbol y ¡cómo no!, esa gran oportunidad de sentirnos vivos y disfrutar las maravillas de nuestro planeta.
Miles de Bendiciones y Feliz Inicio de año 2021