Aunque no es normal mirar para atrás, pero si es importante revisar la historia para poder hablar con madurez o razón y mucho más cuando se trata de abordar un tema que compete a todos y que está consagrado como un deber y un derecho, en la Constitución de nuestros país. Hacer lo contrario es violar nuestra institucionalidad y mucho peor si la violación proviene de quienes se alimentan del erario nacional. Porque es que atropellar la Constitución negándole al país el derecho que tiene una sociedad a disfrutar de esa gracia sublime como es PAZ, parece horrendo e increíble.
Escuchando con atención las intervenciones de los jefes de las partes del proceso de paz, durante la firma del cese bilateral del fuego y las hostilidades, encontré elementos suficientes para rememorar, quiénes son los responsables de la guerra que Colombia ha vivido hace más de 50 años. Y nadie puede negar que los directos responsables, no son precisamente las guerrillas, sino los partidos políticos que a través de sus fracciones rezagadas de liberales y conservadores propiciaron el asesinato del caudillo Jorge Eliécer Gaitán, en su afán desaforado de cerrarle el camino para que no llegara a la presidencia de la república.
Si no hubiese ocurrido esa tragedia (el asesinato de Gaitán) no habríamos vivido en Colombia esos largos años de violencia que aún algunos muy pocos al parecer facciones de esos partidos políticos que se quedaron atrás pensando que con las balas es como se arreglan las diferencias, intentan que la confrontación continúe.
Pero esos grupúsculos que se quedaron con la ideología de la guerra del Siglo pasado, quieren hoy que la violencia continúe, no se sabe, movidos con qué intereses, pero por fortuna, no son de ese pueblo que sufre las adversidades de un país donde dominan los poderes económicos; los que quieren que siga la guerra son para desgracia del país, esos que se nutren de las arcas nacionales en posiciones privilegiadas que directa o indirectamente el pueblo les ha confiado creyendo erróneamente que son sus voceros ante las instituciones gubernamentales.
Y si seguimos repasando la historia de Colombia, de los últimos 50 o 60 años, encontramos muchos motivos para enjuiciar, de centenares de crímenes a los violentos de esas fracciones políticas de liberales y conservadores que con el afán de devorar las primeras posiciones del estado han pasado por encima del pueblo realizando las más horripilantes matanzas que han dejado tanto las guerrillas, como lo llamados paramilitares.
Y si los más caracterizados historiadores afirman, que la violencia en Colombia es una de las más largas de América Latina, por qué insiste ese reducido número de colombianos en que siga la violencia. Pero lo peor es que esos “jerarcas” políticos que se nutren con los dineros del pueblo, tratan de influir, y se mal entonan criticando el proceso de negociación entre el estado y los violentos, así sea afirmando hasta mentiras e intentando dividir al país, con artificios o engaños a los colombianos que apenas son víctimas de esos grupos políticos. Pero ellos lo que buscan son incautos que les asegure una nueva y próxima elección ante los cuerpos colegiados y hasta el primer cargo de la nación. El afán desbordado del futuro político que les espera, es el factor que los motiva a seguir buscando el respaldo popular, a través de la sátira y la socarronería, pero lo peor, poniendo en riesgo ese deber y derecho de los colombianos a vivir en paz, al parecer siguiendo una errada, atrasada y vieja historia romana, de dividir para triunfar.
Esas viejas mañas, les debería traer como resultados, que el pueblo les pase la cuenta de cobro en futuros procesos electorales, para que no sigan intentando revivir la sangrienta violencia que tiene cansados a los colombianos.