Esta campaña presidencial se ha convertido en una de las más sucias de nuestra historia, llegando a situaciones inéditas en el contexto político electoral.
Y no solo son las cuentas de WhatsApp falsas o los fake news que son la impronta de casi todas las campañas, sino que además vivimos una guerra mediática en la cual se han involucrado incluso medios de comunicación, otrora considerados serios.
Un periodista connotado ha definido la campaña como: «turbia, truculenta, peligrosa y asustadora», donde se han realizado hasta entierros simbólicos de algunos candidatos y la iglesia católica preocupada por los niveles de odio alcanzados, ha hecho un llamado a deponer las diferencias y firmar un pacto contra la violencia.
El país ha entrado en una etapa de polarización política nunca vista, donde el discurso virulento está acompañado además de acciones rastreras, se presentan a diario denuncias penales para enlodar al, o a los contrarios y se ha pasado de las confrontaciones de las ideas a la de los ataques viscerales utilizando cualquier tipo de estrategia, agrediendo, irrespetando o satanizando hasta el extremo, no solo a los candidatos sino también a sus equipos de trabajo sin pudor alguno.
Hemos visto de todo, quienes antes eran considerados corruptos o poco confiables, hoy son ciudadanos pulquérrimos si pertenecen a nuestras huestes y al revés si están en las otras.
La confrontación ha dividido a la sociedad entre la izquierda, la derecha o el populismo, entre los buenos y los malos, se han distanciado muchos de los amigos, familiares han entrado en pugna como resultado del apoyo a uno u otro candidato, algunos anuncian en las redes que se van del país después de la elección presidencial si gana el contrario y otros afirman que desconocerán el resultado si no les es favorable.
La situación de pugnacidad es tal que reconocidos empresarios hablan de destituir a sus empleados si votan por el candidato no afecto a sus intereses.
Y a pesar de que no se han presentado hechos de violencia física contra los aspirantes a la presidencia como ha ocurrido en otras épocas, si se han denunciado posibles atentados o amenazas que no ha sido posible confirmar y que las otras campañas han salido a descalificar como simples estrategias mentirosas, igualmente se han presentado pruebas de infiltraciones o espionaje al interior de las sedes políticas, al mejor estilo del «Watergate» norteamericano.
A pocos días de la elección en primera vuelta, muchos de los electores no tienen claro cuáles son las propuestas de campaña y algunas de las que se conocen no dejan de ser polémicas o mentirosas, los candidatos a la vicepresidencia han tenido un papel muy discreto cuando no polémico y a veces hasta caricaturesco y su incidencia en la posible toma de decisión de por quién votar, ha sido casi irrelevante.
En síntesis más que una campaña seria, donde primen los golpes de opinión, la claridad de las ideas, las propuestas para sacar adelante el país en medio de la crisis institucional que vivimos, las respuestas a cómo vamos a resolver la amenaza de recesión económica que se avizora en la región y en el mundo y a los problemas de inseguridad que no solo obedecen a los históricos de las guerrillas y el narcotráfico sino también a una violencia urbana exacerbada por los delitos comunes, que nos dan la percepción de que esto se salió de madre.
La discusión se está centrando en lo inane, en la forma y no en el fondo y en la guerra sucia donde el todo vale se convirtió en la costumbre y no en lo reprochable.
No puede ser que esto sea lo que queramos legarles a nuestros hijos.
«Un gran problema para la humanidad, estriba en que los ignorantes están seguros de todo y los inteligentes llenos de dudas»: Bertrand Russell.
Pero realmente una frase que sale como anillo al dedo en estos días es, La política con frecuencia saca a flote lo peor del ser humano»: Mario Vargas Llosa, escritor.
Bendiciones y que entre el diablo donde escoja lo que el pueble se merece para sus 4 años de gobierno, lo único claro es que la segunda vuelta estará peor.