Me debo a la ganadería, a los ganaderos y a su institucionalidad gremial; por ello escribo hoy sobre el Día Nacional del Ganadero, que celebramos el 30 de septiembre, desde 2005, cuando se cumplían diez años del asesinato de José Raimundo Sojo Zambrano, ordenado por quienes hoy se sientan en el Congreso, los mismos que habían declarado a Fedegán y a los ganaderos como objetivo militar y no cejaban en su empeño asesino, al punto que, en 2003, sin éxito, afortunadamente, también atentaron contra mi antecesor en la presidencia de Fedegán, Jorge Visbal Martelo.
Por eso, el primer objetivo del Día Nacional del Ganadero es hacer visibles a las víctimas ganaderas y reivindicar sus derechos a la verdad, la justicia y la reparación, porque…, nuestras víctimas no son menos víctimas.
Es costumbre, en esta fecha, condecorar a los ganaderos destacados con la “Gran Cruz al Liderazgo Ganadero Regional, Miguel Santamaría Dávila”, pero en esta ocasión hemos querido honrar a quien dio nombre a esa condecoración, Miguel Santamaría, quien recibió, en 1964, una organización gremial recién nacida y sin recursos, y logró llevar a Fedegán, en diez años, a posicionarse entre los gremios importantes del país.
Miguel Santamaría, líder estudiantil, conservador activista en contra de la dictadura, gobernador de Cundinamarca, congresista, líder gremial, docente, embajador, economista, apasionado por la historia y el rescate de la figura del libertador desde la Sociedad Bolivariana de Colombia, pero, ante todo, defensor de la ganadería colombiana y presidente emérito de Fedegán.
Hoy, cuando la ganadería está siendo atacada; cuando resurge el tema de la reforma agraria, aunque en un entorno de diálogo que esperamos sea permanente; cuando enfrentamos la invasión de tierras, con la unión, la solidaridad y el respeto por la ley como nuestras armas, y cuando se imponen los retos ambientales, se requieren liderazgos comprometidos, como el de Miguel Santamaría.