cuando poco después de tan piadoso anunció se produjo la escogencia del tenebroso exmagistrado de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, Iván Velásquez Martínez, para ocupar el ministerio de la Defensa Nacional.
Este es un nombramiento que rompe la armonía entre las diferentes instancias del poder público, por ser declarado enemigo de la clase parlamentaria, de las fuerzas militares y de policía, sindicado de organizar entramados judiciales para arruinar el patrimonio moral de muchos líderes de la nación, que pasaron por los estrados judiciales, en tiempos de enorme confrontación entre la rama ejecutiva y un grupo de magistrados empeñados en llevar a la cárcel al expresidente Álvaro Uribe.
Este nombramiento de Velásquez Martínez como Ministro de la Defensa Nacional resulta contradictorio dentro de una política de reconciliación nacional, cuando el funcionario escogido para dirigir las tropas de Colombia tiene además el rechazo de los miembros de la reserva activa del Ejército Nacional, de las asociaciones de militares y policías en retiro y del cuerpo de generales de la república, que tendrán que retirarse de los respectivos cargos, si el presidente Petro Urrego insiste en colocarlo como comandante civil de las fuerzas armadas.
Habrase visto mayor equivocación o se trata de un desafío para cobrar venganza contra sus adversarios que, en dos oportunidades, se opusieron a su elección, por razones conocidas.
Otro hecho, que genera enorme confusión, tiene que ver con el nombramiento de una auxiliar de odontología, perteneciente a la Tribu Wayuu, como embajadora plenipotenciaria de Colombia ante la Organización de Naciones Unidas, como si las grandes mayorías nacionales pudieran ser representadas ante el mundo por una persona absolutamente incompetente para el cargo.
Y como si fuera poco, semejante estropicio, el nuevo presidente de Colombia ha decidido perseguir a los empresarios de la agricultura y la ganadería, colocándoles como Director de Restitución de Tierras, a otro líder indígena del departamento del Cauca, que le ha arrebatado las tierras a centenares de familias campesinas, bajo el argumento de que las tierras colombianas les pertenecen todavía a los pueblos indígenas, que poseen treinta y un millón de hectáreas cultivables, que no pagan impuestos a la nación, ni a los municipios, por los privilegios especiales que les otorgará la Constitución Política de 1991.
Es cierto que por Gustavo Petro Urrego votaron los pueblos indígenas, las guerrillas de las disidencias de las FARC y del ELN, la mayoría de los presos de las cárceles del país y sus familias, confiados en la política del ‘Perdón Social’ que permitiría el regreso a la libertad a miles de personas condenadas por diferentes delitos.
La ruptura del orden establecido en Colombia, donde los líderes de la nación han sido remplazados por guerrilleros que ahora se han convertido en ‘Padres de la Patria’, está provocando el caos y la inseguridad, un ambiente político de tremenda confusión donde se habla de reformas tributarias que están provocando una estampida de los inversionistas hacia otros lugares del planeta.
Un sentimiento de frustración por el triunfo electoral de agitadores profesionales, de líderes de la denominada ‘Primera Línea’, que el año pasado incendiaron el país y se enfrentaron a la policía nacional, acompaña las primeras acciones y determinaciones del nuevo gobierno nacional, que anda enredado con los nombramientos de ministros y que buscará, desde las trincheras del poder presidencial, tomarse las gobernaciones y las alcaldías en las elecciones regionales del próximo año.
Poco respeto merece un ministro de defensa expulsado de la república de Guatemala, donde quiso destruir el honor y la dignidad de los altos funcionarios de ese país, que finalmente lo desterraron y lo devolvieron al seno de la Organización de Naciones Unidas (ONU), donde dejó el mal recuerdo de un colombiano, cuyos procedimientos investigativos tuvieron el tufillo de una venganza contra la clase política latinoamericana.
¡Solamente queda esperar que Gustavo Petro entienda que el ex magistrado Iván Velásquez en el cargo de ministro de defensa, puede convertirse en su propio verdugo y proceda a retirarlo de la nómina!