Al expresidente Iván Duque Márquez se le atribuyen las medidas de choque dictadas durante los dos años de la pandemia del coronavirus, que arruinaron al país debido a los altos costos de las ayudas humanitarias otorgadas a millones de familias pobres. Era como el comienzo del apocalipsis, cuando se reconoció por parte de la Organización Mundial de la Salud –OMS—que iban a morir millones de personas en los diferentes lugares del planeta.
Las medidas de emergencia económica adoptadas por el gobierno de Iván Duque volvieron trizas la economía nacional, que mantenía un crecimiento muy alto entre los países latinoamericanos. Las monedas fuertes en el mundo, como el dólar norteamericano, también sucumbieron frente a la peste asiática, que obligó a imponer medidas de aislamiento obligatorio, mientras aparecían los medicamentos que podían contrarrestar la enfermedad.
El país no estaba preparado para soportar una pandemia de semejantes dimensiones, durante la cual hubo necesidad de acelerar la devaluación del peso colombiano a través de nuevas emisiones de papel-moneda en el Banco de la República, para cubrir el faltante de las rentas nacionales, que se devoraban en medio de la crisis sanitaria más espantosa que haya conocido la humanidad en los últimos tiempos.
Vino el tiempo de las campañas electorales en Colombia y el presidente Iván Duque aceleró el proceso inflacionario para mantener toda clase de subsidios a favor de las familias de menores recursos, que padecían y siguen padeciendo el hambre y la miseria. Eran paliativos que se adoptaban en medio del denominado ‘Paro nacional indefinido” que decretaron las centrales obreras y el poderoso sindicato del magisterio, que utilizaban la crisis social para echarle la culpa al gobierno saliente de todas sus desventuras.
Aun en medio de la pandemia, el gobierno de Iván Duque invirtió en la construcción de autopistas de cuarta generación, que beneficiaron a los departamentos de la Costa Atlántica y Antioquia, zona privilegiada por los buenos efectos de la inversión pública. La red pública hospitalaria, que estaba desmantelada hubo que adaptarla a las circunstancias sanitarias que padeció Colombia, importando de diferentes países del mundo miles de Unidades de Cuidados Intensivos –UCI’s –, que hacían falta en los hospitales y clínicas del país. En medio de todos esos gastos imprevistos hubo necesidad de acelerar la devaluación de la moneda nacional, consecuencia y razón de las fluctuaciones del dólar, la moneda norteamericana en los mercados internacionales, que ha superado los niveles históricos y que es la causa del aumento en el costo de vida, que acabó con el poder adquisitivo de la moneda colombiana.
Los periódicos se quebraron; las emisoras han tenido que pagar ruinosos tributos al Ministerio de las Tecnologías de la Información (TIS´s) y no levantan cabeza. El salario mínimo no alcanza para atender los costos de alimentación y los arrendamientos. El gobierno de Gustavo Petro amenaza con nuevos impuestos y los empresarios siguen abandonando el país, porque les ofrecen mayores garantías para sus inversiones en los Estados Unidos y en otros lugares del planeta. El desempleo ha generado mayor inseguridad y la propuesta de una ‘Paz Total’ parece una bola de nieve para distraer a la opinión pública de todas las desgracias que le sobrevinieron al país con la reciente elección presidencial.