Si el presidente Petro quiere pasar a la historia como uno de los mandatarios capaces de conseguir la paz total, no debería crear falsas expectativas, abriéndole un boquete a la Constitución Nacional y a los códigos civil, penal y de procedimiento penal, para acabar con la propiedad privada y aumentar el número de holgazanes que quieren invadir las fincas productivas y alimentar el odio de clases, que se puso de manifiesto durante su campaña electoral.
Están dejando que se incendie el país por cuenta de la minería ilegal, que en regiones como el Bajo Cauca Antioqueño y la Cordillera de Santurbán en Santander, está tomada por galafardos que quieren robarse el oro de las concesiones mineras legalmente constituidas.
Esta desestimulando la inversión extranjera, de empresarios que huyen despavoridos frente a las amenazas de la expropiación anunciada como la gran conquista social de este régimen seudo-comunista, que Petro le está recetando a Colombia.
Comparar el veneno de la droga maldita que multiplica el número de consumidores en el país con el posible daño ecológico de las explotaciones de carbón y petróleo, es un engaño a la opinión pública. Gracias a la industria de los hidrocarburos, Colombia ha sido autosuficiente en la explotación, producción y refinación de combustibles.
Permitir que grupos de bandidos se tomen las minas de oro de Santurbán, con la complicidad de algunas administraciones municipales, es caer en la anarquía.
Dejar que se acaben las carreteras, como está ocurriendo en la mayor parte del país, donde habría trabajo para millares de personas, es una tremenda irresponsabilidad.
En el afán de complacer a la turba beligerante que ayudó a elegirlo; a los indígenas invasores que se creen dueños de las tierras e incapaces de trabajarlas, convirtiendo el ministerio de agricultura y sus organismos afines, en refugio de los antiguos extremistas de la subversión y el terrorismo, es retroceder muchos años donde Colombia era reconocida como una nación que producía sus propios alimentos.
Y aunque compartimos algunas de sus tesis sobre la política agraria, de una sana distribución de la propiedad raíz con objetivos altruistas, respetando la propiedad agraria obtenida a justo título, subsidiando los fertilizantes y reviviendo empresas como Monómeros Colombianos y Fertilizantes de Colombia –Ferticol, en Barrancabermeja, surge en el ambiente una tremenda confusión, cuando realiza anuncios populistas en los cuales pretende que veinte mil familias reciban subsidios económicos, para premiar la holgazanería de miles de personas que quieren vivir pegados a la ubre del Estado sin tener que trabajar.
Frente a la ola de violencia que sacude a Colombia, el país reclama una acción vigorosa de las autoridades militares y de policía, a las cuales el gobierno de Gustavo Petro ha desarmado para facilitar el vandalismo que se ha tomado las diferentes regiones de la patria.
Como quien dice, el presidente Petro le coloca una vela a Dios y otra al diablo, para quedar bien con todos, aunque se reviente las instituciones.
Y eso se llama anarquía, que muestra la debilidad de este gobierno en medio de un populismo hirsuto que está colocando en peligro el futuro de la democracia colombiana.