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“Eres responsable para siempre de lo que has domesticado” , y eso también son las elecciones

Normalmente se piensa en que se domestican mascotas, pero podría considerarse también que se «crean lazos» como define «El Principito» de Antoine de Saint Exupéry a la acción de domesticar, con cada cosa que nos convoca, incumbe, gusta. Hacerse responsable de aquello a lo que nos une el tema electoral es algo serio y responsable
De todas las utopías, creo que deberíamos perseguir tres de ellas, para justificar eso que cada uno de nosotros es: milagro y misterio. La primera utopía: es la de construir
“El Principito” no porque quiera definir el perfil del personaje, sino más bien porque quiero describir un modelo de persona, que a mi entender es esencialmente necesario para ingresar a este milenio en el cual nos urge revalidar nuestra dignidad humana y nuestro ser persona.
Se pueden comprar muchas cosas: elecciones, la conciencia pero no verdadero futuro de nuestros hij@s por elegir a aquellos que nos dan un tamal o los 50 por votar
Aquel que llegue a gobernar el destinos de nuestras regiones , aquellos que harán las leyes , se buscan, se encuentran, se esperan, se conquistan o se merecen darles ese voto de confianza no solo porque hace o hizo un proyecto para una zona sino realmente no tuvo que pagarnos para después el cobrarse dando abandono a nuestras regiones recuerde que ellos están cumpliendo esos proyectos para recobrar la plática que nos dieron en el momento de dar ese voto
Sin embargo, no faltan algunos aguafiestas que intentan convencernos que todas las cosas tienen su precio, y que todos los hombres tienen su precio, como si todo se reduciría a un problema de oferta y demanda donde se imponen las leyes del mercado. ¿Es qué acaso, no nos estaremos olvidando que el corazón del hombre se mueve por otras reglas, muchas veces inexplicables?
En vez de hacer de la vida una fiesta cuando verdaderamente conocemos al otro, nos pasamos gran parte del tiempo calculando si nos conviene o no a la hora de dar ese voto el 11 de marzo .
Claro que es más fácil votar por aquel, cuando hay rondando otras cosas accidentales por ahí, pero si es así, qué poco leales somos con nosotros mismos si decimos que optamos por él porque lo queremos por sí mismo.
Conocer a alguien y querer llevarlo al Congreso , es nacer con él en el misterio profundo de compartir su existencia, que va más allá de conocer su nombre, edad y posición, es querer des-cubrirlo, salir a su encuentro porque sí, nada más porque sí.
Si a veces no fuéramos tan cobardes, podríamos ser capaces de participar y ser participado de ese mundo singular de las emociones, donde las palabras encuentran su verdadero límite; y de elegirlo con ese voto incondicional, eso que nos lleva naturalmente al crecimiento que no sólo redunda en beneficio del otro, porque lo promociona como persona, sino que se vuelve sobre nosotros porque nos ayuda a descubrir que tenemos la más hermosa capacidad a la que un hombre puede aspirar: dar y darse.
El mundo tiene hambre de que nos animemos a confiar así, dándole sentido a la existencia del otro, hacerlo transparente.
Transparentarnos en una entrega sin reservas, sin miedos a quedar despojados, sino más bien con el anhelo de encontrar más allá de todas las búsquedas la dignidad de ser valorados como región , como personas .
Puede que suene a utopía, pero la utopía lejos de ser un imposible, sirve para algo, sirve para caminar, eso que nos puede dar cada día la posibilidad de sentirnos vivos y de sentarnos un poco más cerca……. como dice “El Principito”.
Si cada uno de nosotros a la hora de crear lazos electorales , pudiéramos presentir el proyecto de ser que será el otro mañana y siempre, estaríamos participando de lo divino, y el elegido sería así una bendición, un bien decir que nos permitiría sentir.
Más allá de nuestras convicciones políticas , religiosas la presencia inefable de Dios en nosotros porque siempre he resaltado que Dios coloca a los hombre para un solo propósito en la tierra es para dirigir sus tierras las cuales en nos las presta .
Somos responsables de las personas y de todo aquello que amamos, la causa de sus estados de plenitud o del abismo oscuro que llamamos fracaso.
De todas las utopías, creo que deberíamos perseguir tres de ellas, para justificar eso que cada uno de nosotros es: milagro y misterio.
La primera utopía: es la de construir un mundo mejor sin esperar que los otros lo hagan. Esa posibilidad comienza en cada uno al despertar con la convicción de que “el mundo cambia si yo cambio y eso lo logramos sino pensamos el 11 de marzo en las elecciones con el estómago de un día sino con el futuro de nuestros hijos”.
La segunda utopía, es la de vencer la muerte, y yo no conozco otra cosa mejor que para vencer la muerte hay que hacerlo desde la vida, sobre todo cuando a ésta se la vivencia con el amor a nuestra conciencia y valores , pero para esto debemos presentir el “principito” que hay en nuestro interior, ese ángel de la niñez que habrá que volver a despertar.
La tercera utopía, es la de renunciar a lo que no puedo, a esa omnipotencia que hay en cada uno de nosotros fruto del mal manejado narcisismo que tenemos y que nos lleva a querer ser “el mejor” a costa de considerar a los otros como peldaños para disimular nuestra debilidad y ser mejor no es unos centavos creyendo que porque el mal llamado Doctor me recibió en un ratito donde su interés real es usarte y decirte adiós después.
Entonces “Eres responsable para siempre de lo que has domesticado”, y las elecciones es el más claro ejemplo el 11 de marzo podemos ser la diferencia de cambiar el futuro de nuestros hij@s