Puede ser que a estas alturas del mandato, cuando les falta un año para irse, quizá algunos alcaldes, se estén familiarizando con los temas y los problemas de la ciudad a tal punto que su proceder resulte más realista, porque al menos, ya saben para qué alcanza el presupuesto municipal.

Esos alcaldes quieren concluir sus gobiernos de la mejor manera, pero sus días están contados y deben presidir los destinos de las ciudades a la par con la campaña que se adelante para sucederlos, debiéndose ocupar de hacer cada vez mejor la tarea de escoger a quien reciba el mandato para que gobierne, no como se les antoje, sino como quieren los electores.
Como la tranquilidad y el destino de los electores depende de quién gobierne, debemos prepararnos para que en el año electoral de alcaldes que se avecina, nos convirtamos en actores de la más intensa movilización política ciudadana de los últimos tiempos, debiendo concurrir a todos los debates, formulando propuestas y haciendo aplicados exámenes a quienes aspiren a las alcaldías pues nuestra experiencia electoral nos ha enseñado lo importante que es elegir bien o mal y esa sabiduría popular tenemos que hacerla valer.

Es tiempo para empezar a analizar cuál es el tipo de alcalde que necesitamos a partir del próximo año, luego hay que plantear las cosas para que la campaña no sea el desfile tradicional de candidatos hablando de lo que ellos quieren o de lo que ellos creen que hay que hacer en cada Municipio.
Que no se estén promocionando como administradores de lo público, si jamás han administrado nada.

Necesitamos candidatos a las alcaldías que dominen el catálogo general de sus responsabilidades. Candidatos que dimensionen para qué va a alcanzar el presupuesto. Candidatos que conozcan los límites de su poder y no se hagan ilusiones.
Requerimos candidatos que tengan claro que el ánimo de la gente es uno de los ingredientes más importantes de la vida popular y que a ellos les corresponde velar porque ese ánimo esté siempre en alto.

En consecuencia el ejercicio político orientado hacia la escogencia de los mejores alcaldes no puede ser el que impongan los candidatos y sus asesores, sino el que se perfeccione a través de una campaña que no debe tener como protagonistas exclusivos a quienes aspiren a gobernar y a quienes tienen por oficio conseguir votos para ellos con argumentos “chimbos”.
Por todo esto debemos participar activamente en el proceso, pero haciendo política bien hecha y antes de que los perversos la hagan en nuestro lugar.

Es cuestión de no dejarnos meter “gato por liebre. Así de sencillo, señoras y señores.