Internacional
Huracán Matthew su llegada a la Florida

Todos los ciclones empiezan en el mar como una depresión tropical y se van transformando en tormenta tropical hasta convertirse en Huracanes, calificados en 5 categorías según la clasificación desarrollada por el ingeniero civil Herbert Saffir y el director del Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos, Bob Simpson, conocida hoy como la escala Saffir- Simpson, establecida con los indicadores de velocidad del viento, marea, presión y capacidad de generar daño no solo por la lluvia y los destrozos del viento, sino por subir la marea que inunda las zonas costeras aledañas.
Cuando se prevé una tormenta tropical o huracán dentro de las 36 horas siguientes, el Centro Nacional de Huracanes, NHC, una autoridad, creada en 1898, se encarga de estudiar este fenómeno natural con bastante precisión, a través de investigaciones y vuelos diarios a las zonas de depresiones tropicales, emitiendo advertencias mediante noticias y alarmas por la radio climatológica de los Estados Unidos. Aunque el NHC es una agencia americana, ubicada en la Universidad Internacional de la Florida, FIU en Miami, después del paso del huracán Andrew que destruyo su radar meteorológico en 1992, ahora fue designado como Centro Meteorológico Especializado Regional para el Atlántico Norte y el este del Pacifico, adscrito a la Organización Meteorológica Mundial.
El NHC utiliza en sus vuelos para estudiar los huracanes, un radiómetro medidor de frecuencias por microondas (SFMR, por sus siglas en ingles), un poderoso instrumento instalado a bordo de un avión que penetra en los huracanes y utiliza las longitudes de onda de luz de la superficie del océano, para calcular con precisión la velocidad del viento en el interior de las capas de agua de un huracán en desarrollo.
La temporada de tormentas tropicales inicia en abril y se extiende hasta noviembre, teniendo su pico histórico a mediados de septiembre donde ocurren más del 50% de los huracanes del país.
Muchos de ellos han pasado por la Florida, dejando destrucción y muerte en algunos a su paso, lo que ha generado en los residentes del sur de la Florida, un respeto por este fenómeno natural que casi siempre los visita y al cual todos temen en mayor o menor intensidad, dependiendo de sus experiencias del pasado vividas o contadas por sus padres.
El jueves 6 de octubre a las 2 pm, con la anunciada llegada del huracán Matthew, calificado de grado 4, después de devastar Haití, el oriente de Cuba, pasando por Bahamas, se esperaba tocara suelo americano al norte de Miami, iniciando en Sunny Isles, un poco al sur de Aventura y continuara por toda la costa este de la Florida, golpeando Cabo Cañaveral, Daytona Beach, Jacksonville y el sur de las Carolinas; Matthew hizo desaparecer la gente de las calles de los condados de Miami Dade y Broward, las ciudades estaban desiertas como las que veíamos en las películas del oeste de los pueblos fantasma o abandonados, ni una sola persona, ni un solo carro, ni siquiera la policía, quizás estaba acuartelada. Todo el mundo en sus casas o en sus comunidades con sus porterías abiertas de par en par sin control de accesos, para poder salir y entrar en una emergencia, los supermercados, farmacias y negocios en general cerrados como no se veía desde 1992, cuando el huracán Andrew, de categoría 5, destruyo todo lo que encontró a su paso desde Homestead por donde entro con vientos huracanados de 165 mph, hasta el sureste de Louisiana, donde termino, dejando en su balance, 50 muertos, 90.000 refugiados y un costo en pérdidas de 45.000 millones de dólares, evento que dejo a Miami sin energía y agua por 12 días, las familias agotaron sus provisiones y bebieron hasta el agua de sus tinas y padecieron la devastadora destrucción del huracán más violento de los últimos 25 anos.
Ahora con Matthew, de categoría 4 en la escala Saffir-Simpson, anunciado con vientos de 140 mph cuando arraso la isla de Gran Bahama, se esperaba lo peor, después de los recordados Katrina y Wilma del 2005 de categoría 3, que le costaron al país 105.000 millones de dólares, estas noticias hicieron que las familias del sur de la Florida, se prepararan y se abastecieran como para Andrew, el famoso huracán del 24 de agosto de 1992.
Cuando el NHC anuncio su trayectoria dos días antes de la llegada de Mateo, empezó a escasear el agua, el pan, las lámparas, las linternas, algunos enlatados, el gas y hasta la gasolina requería de largas colas en supermercados y estaciones de servicio. El miércoles en la noche los estantes de los supermercados y de las ferreterías estaban vacíos como los que muestran las noticias en los supermercados de Venezuela. Era increíble ver los estantes y góndolas vacías en los supermercados y que pudiera existir escasez en un país catalogado como uno de los más poderoso del mundo Las ferreterías no daban abasto en la venta de madera para tapar vidrios y ventanas de los negocios y viviendas, los bultos de arena para hacer barricadas contra la inundación se agotaron dos días antes y no se conseguía un bulto arena en 20 millas a la redonda, la gente compraba bultos de tierra, de abono y de lo que fuera para hacer sus barricadas en los garajes o en los patios de sus hogares; ya no quedaban linternas ni lámparas y la gente paso a comprar plantas diésel de generación eléctrica para atender el suministro de energía para aires acondicionados y estufas, mientras las noticias indicaban que el huracán se acercaba lentamente a una velocidad de 6 mph pero con vientos de 220 Km/h, es decir que pasando por cualquier lugar podía demorar más de 12 horas, desde la tarde y noche del Jueves, hasta el amanecer y la mañana del viernes, 7 de octubre de 2016.
Finalmente, y como por un milagro de Dios, este huracán se quedó en el mar y paso como a 60 millas al este de la costa en la dirección norte rumbo al Norte de la Florida y sur de las Carolinas, donde los toco solo tangencialmente y se pronostica va perdiendo fuerza hasta extinguirse o encontrarse con Vilma, un nuevo huracán que creció cercano a Matthew o Mateo y se cree que puede hacer un loop y regresar otra vez la semana que viene.
Columna de Germán Augusto Figueroa Galvis, desde Miami