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Ingeniero Rodolfo Hernandez no olvide en cada uno de sus pasos que lleva a todo un pueblo caminando a su lado.

El compromiso de un político con sus electores cuando se pierden unas elecciones es más grande que cuando se ganan, porque la derrota es la única acción capaz de sacudir en el interior de los seres humanos la dignidad del alma.

Es por eso que a sus 77 años tendrá que afrontar uno de los mayores retos de su vida, que no es otro más que hacer germinar la semilla de la esperanza que su campaña sembró en el corazón de 6 millones de colombianos, la misma que en la segunda vuelta se alcanzó a abrir un espacio en la mente de cuatro millones y medio de compatriotas más.

Ese sentimiento de cambio que se vivió en las calles del país, que se instaló en los hogares de miles de familias, que se sintió en las veredas, corregimientos, pueblos y ciudades, aún sigue vigente en todos los que creyeron en usted, los mismos que están a la espera de sus indicaciones para no dejar caer en el olvido el proyecto político más noble en la historia reciente de este país.

Su campaña en gran parte la financió el pueblo, ese pueblo trabajador que compró una gorra, una camiseta o un afiche para llevar con orgullo su imagen, ese pueblo al que no le importó gastar la gasolina de sus motos, carros y camiones para salir en caravanas y mostrarle a Colombia que usted existía.

Ese mismo pueblo que al no tener sedes de campaña en los municipios, convirtieron sus propias casas en sedes rodolfistas para que la gente se reuniera alrededor de un sueño que estuvo a punto de volverse realidad. Fue un esfuerzo muy grande de todos, incluyendo el de su propia familia que tuvo que aguantarse los peores vejámenes por acompañarlo con fidelidad y amor en sus aspiraciones presidenciales, tal y como lo han venido haciendo desde hace nueve años cuando usted decidió meterse en ese difícil camino que es la política.

Gracias a todo esto su vida estará presente en las páginas de la historia de nuestra nación, y si bien es cierto que eso es importante, no es eso lo que le dará la gloria. Muchas veces le he escuchado decirles a sus amigos que no hay deuda que no se pague ni plazo que no se cumpla, una frase que al soltarla en ese mar que es la vida hoy termina llegando como una ola a la playa de su propia existencia.

Sus deudas con la gente son las de la gratitud y la mejor forma de pagarlas es apoyando esos liderazgos que se lograron descubrir en cada rincón de Colombia. Le deseo lo mejor en su paso por el Congreso de la República, esperando que no olvide en cada uno de sus pasos que lleva a todo un pueblo caminando a su lado.

 

 

COLUMNISTA INVITADO :

Oscar Jahir Hernández

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