No podemos desconocer que el avance del universo digital se ha tornado tan vertiginoso, y a veces tan incomprensible, que el uso de los nuevos canales de comunicación no se hace para difundir programas o ideas o explicar proyectos y ganar adeptos.
Las malas prácticas de la vieja política no desaparecerán del entorno electoral porque estas se ven magnificadas por las llamadas redes sociales que han caído en el mismo hueco y no pueden sacudirse la tierra de encima porque, con ella, también se irá el poco peso que han logrado, cimentado en la ofensa, la mentira, la burla, la diatriba y la descalificación de sus contrincantes y hasta de sus familias.
Resulta interesante como en esta última semana, previa a las elecciones legislativas y la escogencia de los candidatos de las coaliciones políticas, esa antiquísima forma de hacer política sin argumentos se ha trasladado a las súper modernas autopistas de la era digital e insulto va, descalificación vuelve, noticias mentirosas se esparcen y la verdad queda tiznada por el humo vertido por la verborrea insensata.
El canal multiplicador y la velocidad de los moderno conceptos digitales se convierten en verdades indestructibles por la forma como se distribuyen, a quienes se las entregan y, sobre de quien denigran.
Eso se hace de una forma metódica y hasta los grandes medios periodísticos han entrado en el juego de coger la primera impresión, magnificar comentarios y, sin rubor alguno, jamás rectifican sus errores.
Ha cogido una fuerza inusitada, y hasta un morbo que se vuelve excitante, ese enfrentamiento entre la vieja forma de hacer política que lucha contra las redes sociales, más aún, en la recta final de las elecciones legislativas que se realizarán este domingo 13 de marzo.
Dicen que las comparaciones son odiosas, pero hay que hacerlas para que se tenga claridad sobre el camino a seguir y el análisis que se le hace a la política de todos los tiempos.
Los métodos de esa política inteligente, con norte, con ideas, con profundidad, se extrañan en el presente porque de allí surgieron verdaderos adalides que encausaron el país hacia el Estado soberano y democrático, con sus carencias y todo, que hoy le mostramos al mundo, no es momento de ahora estar en la calle entregando gel cuando en esos días de pandemia el hambre rodeaba los hogares de los caucanos y mucho menos decir que por fin las vías se van hacer o que el grifo de manera mágica saldrá agua .
El debate de antaño era con altura. Se realizaba en plaza pública y de allí quedaron verdaderas joyas extractadas de discursos grandilocuentes que se tornaron hasta en material de estudio universitario, sobre todo, en las carreras de las ciencias humanas, por su contenido, su profundidad, las propuestas y hasta por la rebeldía social.
En el presente, la tribuna del debate son las redes sociales en las cuales existen miles de formas de llegar a los votantes y los candidatos han perdido hasta la más mínima pose de elegancia al dedicarse a verter contenidos ridículos, aupados por jefes de prensa que creen que lo fachoso es la mejor forma de llamar la atención.
Pero allí no para la cosa. Esas mismas nuevas formas de aprovechar lo digital para llegar a rincones insospechados de audiencia (y de posibles votantes), se convirtieron en carreteras por las que transitan toda clase de contenidos mentirosos, que sólo llevan a confundir al elector, porque existen efectivos maestros humanos y programas cibernéticos que se encargan de impedir que la falsedad sea detectada, como esas dietas falsas que muestran como adelgaza el flaco, por culpa que todo sus lideres se los comió el gordo o lo demostrado en estos días que a rey caído o más bien a flaco quemado, afros colocados
Las formas y los fondos para hacer política no han variado en nada. Las similitudes con lo viejo se equiparán con lo digital. Pero, si miramos muy bien el panorama y nos detenemos en los detalles minúsculos, notamos que los políticos son viejos y sus asesore de marketing, imagen y prensa son de la era digital y, para bien o para mal, el chip es totalmente opuesto, pero causa el mismo daño y ojalá el que pierda no sea el país.
Como quien dice debemos pensar muy bien por quien votar para que no vayamos a caer en manos de Nenecos, Gordos, Babas y si pensar que el 13 de marzo los nombres que se deben resalta son JORGE, MARIO, CESAR, JULIO y demás , porque la monarquía de Gordiflaquismo y Babas lo debemos acabar así usen la era digital.