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La guerra contra el “NARCO” ha representado una terrible tragedia para Colombia se necesita unas ideas audaces para combatir.

La guerra provocada por las pandillas criminales del narcotráfico y la guerrilla solamente tendrá una solución cuando la clase gobernante entienda que este problema requiere fórmulas inteligentes, diferentes a la represión que se viene aplicando en el país desde hace medio siglo. El narcotráfico surgió de manera espontánea cuando los países capitalistas como Estados Unidos, se entregaron al consumo de estupefacientes, que se fue incrementando hasta convertirse en un problema de carácter mundial.

Los primeros productores de la hoja de coca fueron los pueblos aborígenes, que machacaban el producto para utilizarlo en intensas caminatas por el corazón de la selva. Los indios del Amazonas todavía consumen la hoja de coca y le profesan admiración a los efectos que tiene su consumo, suficientes para aguantar el hambre y resistir la fatiga en largas correrías por las zonas selváticas.

Que de malo tiene que en el puerto de Leticia les ofrezcan a los turistas las hojas maceradas con las cuales, los pueblos ancestrales preparan comidas y medicamentos. Más que un problema moral, la producción de cocaína desangra las economías de los países consumidores, una manera de captar grandes sumas de dinero que las mafias de narcotraficantes obtienen de este mercado internacional.

Más que un problema moral, porque lo es en lo que tiene que ver con la existencia de mafias que se disputan el territorio nacional de Colombia y de México, la producción de cocaína es un problema económico que ha desangrado las grandes economías de los Estados Unidos y Europa. Los procesos penales que se adelantan en cortes federales de Norteamérica tienen que ver con el delito de ‘lavado de activos’. Sin embargo, para los dos países, el dominio territorial de las zonas cocaleras, ha dejado miles de muertos, especialmente líderes sociales que eran partidarios de las políticas nacionales sobre sustitución de cultivos.

La guerra contra el narcotráfico ha representado una terrible tragedia para Colombia, como primer productor de estupefacientes en el mundo. Pero, también, para México, donde el ‘cartel de Sinaloa’, es otra máquina de la muerte, que ha provocado, como en Colombia, miles de crímenes. A raíz de la derrota de los Carteles de Medellín y Cali, el dinero proveniente de la exportación de cocaína se convirtió en el combustible de la guerra.

Hace medio siglo, los representantes del Cartel de Cali, los Hermanos Rodríguez Orejuela, eran líderes industriales de la sociedad vallecaucana, que compraban y sostenían equipos de fútbol, además de una cadena de droguerías. Llegaron a comprar el ‘Banco de los Trabajadores’, creado por los sindicatos de Santander. En Antioquia, el ‘Cartel de Medellín’, al que perteneció el temible narcotraficante Pablo Emilio Escobar Gaviria, declaró la guerra contra el Estado Colombiano, luego que fracasaron las gestiones del expresidente Alfonso López Michelsen en el famoso encuentro de ‘Ciudad de Panamá’, donde los narcos ofrecieron pagar la deuda externa del país, para evitar su extradición a los Estados Unidos. Era presidente de Colombia el doctor Belisario Betancur.

Hay que parar la máquina de la guerra, que tiene como fuente de financiación el narcotráfico. Como dice el candidato presidencial santandereano Rodolfo Hernández Suárez: ‘Hay que resolver los orígenes del conflicto armado en Colombia, en el que participan por igual ‘Ejércitos Criminales’ como el ‘Clan del Golfo’, las disidencias de las FARC y el autodenominado ‘Ejército de Liberación Nacional (ELN). Al ingeniero Rodolfo Hernández, las guerrillas del ELN le secuestraron a su padre, por cuyo rescate hubo que pagar una suma de dinero. También secuestraron a su hija y la mataron porque se negó a pagar una extorsión de dos millones de dólares. ¡Su propuesta debe ser escuchada para detener el baño de sangre que sigue padeciendo esta adolorida nación!

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