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La nostalgia de un mítico pasado, “todo está siempre cambiando y todo cambia para bien o para mal según como se mire”

 

 

Todos estamos familiarizados con esta famosa idea que puede expresarse con la sentencia: “todo está siempre cambiando y todo cambia para bien”. Aunque fue sobre todo el emblema del ingenuo optimismo ilustrado, especialmente del siglo XIX, y tendría que haber desaparecido ante la evidencia abrumadora en contrario que significaron las dos guerras mundiales, lo cierto es que sigue activo y presente en diferentes ambientes culturales.

La idea no aparece normalmente formulada de manera explícita, pero es la creencia que está detrás de muchas afirmaciones y actitudes. Cuando, por ejemplo, se usa despectivamente la categoría de “cavernícola” o “anticuado” para criticar una postura o costumbre, se está asumiendo este mito como verdadero.

Muchas veces se exige en diferentes ámbitos el “adaptarse a los nuevos tiempos”. Y esto está bien siempre y cuando no se entienda por “adaptación” el sustituir acríticamente los propios principios, valores y costumbres por los que aparecen como socialmente más aceptados o estadísticamente más practicados. En este segundo caso también estaríamos cayendo en el mito del cambio-progreso.

La evidencia de los hechos históricos y la lógica sana muestran que se trata de una doble falacia de sobregeneralización: ni todo cambia, ni todo cambio es para bien esto ha quedado demostrado por los políticos de turno donde crean empresas públicas las cuales deberíamos ser accionistas los mismo payaneses permitiendo que compremos acciones para evitar que nuestra raza siempre sea la que coloquemos el dinero y se los lleven para otros departamentos

La nostalgia de un mítico pasado

En el extremo contrario a esta postura se puede encontrar lo que algunas llaman la “nostalgia de una mítica edad de oro”, de pronto lo que si extrañamos de esos días era esos lazos entre vecinos, aquel policía de barrio que jugaba futbol o ayudaba hacer las tareas , el profe alcahuete que le ayudaba a enamorar la chica , que a uno le gustaba,  dando tips , esos días donde la bicicleta era lo mejor , el  jugar a policía y ladrones o deproto a congelados  .

Frente a diversas realidades que vivimos en nuestro tiempo en el mundo es común escuchar expresiones como: “… este mundo cada vez está peor…”, “…no sé dónde vamos a terminar…”, “…los jóvenes de hoy en día no dan esperanza…”, “…se han perdido todos los valores…” y otras similares que van en la línea de criticar el presente contrastándolo nostálgicamente con un pasado dorado. Es la consabida idea de que “todo tiempo pasado fue mejor”.

La aceptación de que goza esta creencia resulta entendible frente a realidades verdaderamente lamentables que se viven en nuestro tiempo como el crecimiento de la promiscuidad sexual, la legalización del aborto y la eutanasia, el entender ese modo cultural y social de la ideología de género, el aprender hacer bloqueos en fin tantas cosas , etc. Pero si la examinamos con atención se trata también de una falacia de sobre generalización: no todo lo del pasado, ni en todos los aspectos fue mejor que el presente.

Esta creencia responde en parte a que al ser humano le es mucho más fácil caer en la ensoñación y la ilusión cuando lee o escucha las descripciones positivas del pasado que imaginarse y sufrir con los aspectos negativos del mismo.

Cuando pensamos en la Antigua Grecia nos imaginamos como hombres libres, filósofos, gobernantes o poetas; raramente como bárbaros esclavos. Cuando pensamos en la mal llamada Edad media nos imaginamos como reyes, príncipes o nobles; no como siervos o gente del pueblo. Cuando pensamos en el Renacimiento y la modernidad nos imaginamos como exploradores, colonizadores, científicos o ricos comerciantes; no como esclavos negros, cuando llegamos a la actualidad vemos bloqueos , manipulación en redes virtuales y la intransigencia de sentase a dialogar para encontrar soluciones .

A esto se suma un saludable mecanismo psicológico por el que los seres humanos, en la mayoría de los casos, no recordamos con igual intensidad los aspectos negativos de nuestras experiencias pasadas que los positivos , eso que vivio petro , Uribe , andres , Walter , carlos , oscar , faber cualquier nombre que tengas en la cabeza y que hoy tan solo nos hace ver que nuestras incapacidades las podemos demostrar quemando hasta con el nido de la gata del sur.

Se podrían citar muchísimas cosas malas del pasado que gracias a Dios ya no están en nuestro mundo presente como la institución de la esclavitud como práctica legal en Occidente, o la rígida estratificación social por razones de nacimiento y sangre con la consiguiente diferencia de derechos fundamentales reconocidos, pero si esta los mensajes en twitter  o Facebook que son más destructivos.

Sin embargo, el mejor argumento en contra de esta creencia es su antigüedad y omnipresencia en la historia el problema no es Uribe , ni Petro el problema es la forma que se manipulan los argumentos para destruir una raza, la Colombiana .

Ambas posturas son equivocadas

Tanto el mito del cambio-progreso como la nostalgia por el mítico pasado son aproximaciones distorsionadas a la realidad que hacen mucho daño y dificultan responder adecuadamente ante ella.

Aunque son extremos (Derecha –Izquierda o Izquierda – Derecha)  opuestos ambos tienen el mismo error en su raíz: el de hacer una traslación ilegítima desde la localización de algo en el tiempo a la valoración de su moralidad o conveniencia.

 Las cosas no son buenas o malas por ser antiguas o acostumbradas. Tampoco son buenas o malas por ser nuevas y modernas.

El criterio de bondad debe ser examinado con independencia del temporal. No se continúa haciendo algo simplemente porque siempre se ha hecho así ni tampoco se asume algo nuevo simplemente porque es lo último. Lo uno y lo otro deben ser contrastados en su bondad y conveniencia objetivas de acuerdo a la realidad concreta en que se buscan aplicar. Los criterios para esta valoración deben venir de la recta razón iluminada por la fe y la esperanza de salir adelante.

 

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