“El gobierno del Estado no es más que la junta que administra los negocios
comunes de la clase burguesa”. −K. Marx y F. Engels, ‘El Manifiesto…’−
La gran alharaca y polvareda que se ha levantado en estos días por cuenta de los sobornos de Odebrecht a diferentes políticos, y especialmente a funcionarios estatales (en todo Latinoamérica, esperando noticias de otras latitudes), “saca a la luz” un problema existente desde los albores del capitalismo, e inherente a la naturaleza de la clase capitalista, o ‘burguesa’: el afán de lucro como único objetivo y meta, independiente de los criterios morales o éticos. Con razón se dice que “los capitalistas no tienen ni dios, ni patria, ni familia, ni sentimientos… solo bolsillos.”.
Los gobiernos en el capitalismo, que se designan por la clase en el poder, clase poseedora y explotadora, así se acuda a la ficción de la “elección popular”, son nombrados para defender los intereses y negocios comunes de la clase que representan (y a la que generalmente pertenecen, o de la que son alfiles), y por ende todo lo que proteja ese objetivo y contribuya a “engordar las faltriqueras”, es ‘’legal’ y ‘lícito’ (¿De ahí vendrá ‘licitación’?).
Sobre esos pilares se ha construido la “democracia liberal y burguesa”. ¿Alguien recuerda los escándalos de la Handel en épocas de Colombia en la II Guerra Mundial? ¿O los escándalos del gobierno Rojas Pinilla? ¿O del de López Michelsen? ¿O la consigna de Turbay Ayala de la “corrupción en sus justas proporciones”?
Pero esa época en Colombia, en el resto del mundo, y en especial en América Latina, era la del ‘capitalismo cepalino’. Al terminar este e imponerse el modelo de desarrollo neoliberal, con su flexibilización, tercerización, privatización y política de concesiones para entregar funciones esenciales del Estado a los particulares, se reaviva la naturaleza del capital y sus administradores: la voracidad y el fin de lucro. Un contrato en concesión para construir una carretera o una obra de cualquier naturaleza, de miles de millones, y hasta billones, otorgado a un capital privado ¿no será visto, y olido, como fruto apetecido para los otorgantes? ¿Nos hemos preguntado el porqué un ministro o alto funcionario del Estado (hollando los intereses de “su país”, que prometió defender) entrega las riquezas y patrimonio nacionales (no solo en Colombia), y luego es “consultor” de la misma empresa o de su jefe, el FMI o el Banco Mundial? ¿Del futuro recaudo de un peaje, cuánto, en porcentaje, me toca?
Los contratistas del Estado, en todos sus niveles, saben que al presentar una propuesta, además de incluir las pólizas, publicación, legalización, estampillas, diario o gaceta oficial, deben proveer el “CVY” (¿cómo voy yo?); la mordida y la coima, el “cariñito” para el amanuense que firma, para el “patín” que le hace antesala al “jefe”; la chocolatina y las flores para el “amorcito”; e incluso, a veces, el paquete de cigarrillos o los chicles para el guachimán.
Por eso, una obra que podría costar 100 se incrementa mínimo a 200. ¿Y cómo garantizar que “mi propuesta”: la más equitativa y ‘económica’, ‘doptor’, sea la escogida?… Blanco es, gallina lo pone y frito se come. Pero… (contaba mi taita, que un bobo cotoplo en Girón, a ese complejo acertijo respondía: “un trozo de iguana”).
Y bueno, siendo una práctica en el Estado neoliberal, ejercida por la mayoría ambiente, ¿por qué ahora se levanta esa alharaca de parte de unos implicados contra otros igualmente comprometidos en acciones hamponiles?
Desde luego que este pecho condena la corruptela, y cree que debería aplicarse en su integridad el decreto, firmado de mano, y dictado por el Libertador Simón Bolívar el 12 de enero de 1824, IV de la República, en el Palacio Dictatorial de Lima, que a la letra dice: “Artículo primero: Todo funcionario público a quien se le convenciera en juicio sumario de haber malversado o tomado para sí los fondos públicos de diez pesos arriba, queda sujeto a la pena capital… Artículo segundo: Los jueces a quienes según la ley competa este juicio, que en su caso no procedieren conforme a este Decreto, serán condenados a la misma pena.”. Y que además establecía, como resarcimiento, la confiscación de bienes… ¡Pero que no nos vengan con güevonadas!
Por eso, en el caso de Bolívar, según cuenta el propio primer procurador de Colombia, Florentino González, su sus ‘Memorias’, “esperaron a Simón en la estación de Fucha, con ‘las pistolas amartilladas’ en los bolsillos” (porque no iban a esperar −digo yo− el fusilamiento merecido de Santander).
Volvamos a ahora. Tras la caída de un muro, el de Berlín (con murallas que ahora se vuelven a erigir) se activaron “nuevos frentes de lucha”: ya no el comunismo. Ahora las drogas; y tras la formalización de la bareta (en USA paraíso) un nuevo enemigo. Después del 11 de septiembre de 2001 (no de 1973) “lucha contra el terrorismo” −que fue palmario en 1973, con el ataque terrorista de Pinochet al Palacio de la Moneda para asesinar a Allende y su “democracia” constitucional−; y pasado el espantajo “terrorista”, pues USA patrocina a ISIS, se comienza a levantar desde mayo de 2016 un nuevo frente.
Ese mes hubo la Cumbre Global Anticorrupción, en Londres, de la que fue un protagonista estrella don Juan Manuel Santos, el señor Kerry y los gobernantes del mundo capitalista desarrollado, y enfilada contra los “países corruptos” como Venezuela e Irán, y Rusia y Yemen, y Norcorea y Siria; y de la que no hacen parte los clientes USA ni UK.
Volveremos al cuento, para ver si podemos escudriñar de mejor manera el asunto…
COLOMNISTA ALFREDO VALDIVIESO