El gobierno de Colombia maneja varios frentes de guerra, aunque para algunos analistas se trate de pequeñas y medianas escaramuzas que prevalecen en zonas de frontera con Venezuela, refugio de toda clase de bandidos y terroristas de las disidencias de las FARC y del autodenominado ‘Ejército de Liberación Nacional’, que se sostienen de la extorsión y secuestro de ganaderos de los Llanos del Apure, de las cuotas de dinero que les quitan a los comerciantes para respetarles la integridad personal y de la complicidad con los alcaldes de varios municipios, que se ven obligados a entregarles el manejo de la contratación oficial, como ha ocurrido en el departamento de Arauca, donde están presos el gobernador y su antecesor en el cargo, por comprobada alianza con los grupos terroristas.
Los frentes guerrilleros de Colombia reciben, además, el apoyo de la dictadura de Nicolás Maduro Moros, que en privado se ha declarado partidario de los movimientos subversivos de nuestro país, a los cuales les habría entregado apoyo económico y militar, además de algunas concesiones mineras en la frontera con El Brasil. La comunidad internacional ha permanecido indiferente a las amenazas que confronta Colombia, como la presencia de mercenarios cubanos, terroristas iraníes y guerrilleros de las FARC y del ELN, que cogobiernan algunas zonas agrarias ubicadas en las márgenes de los ríos Apure, Orinoco y Arauca, triángulo del terror, donde han sido secuestrados y asesinados durante el mes de enero líderes colombianos de la acción comunal.
En medio de una campaña electoral en Colombia, aumenta la tensión en la frontera colombo-venezolana y el peligro para los candidatos a los cargos de elección popular, de partidos políticos como el Centro Democrático, a quienes les han ordenado el destierro de sus estancias campesinas y de los establecimientos comerciales que funcionan en Saravena, Fortul, Arauquita y Arauca su capital. Recientes fotografías publicadas por la prensa nacional retratan a guerrilleros del ELN haciendo patrullaje en estas poblaciones, a pocos kilómetros de una reunión sobre seguridad, convocada por el presidente de Colombia Iván Duque Márquez y por el Ministro de Defensa, Diego Molano.
Semejante desafío no se había visto en la historia guerrillera de Colombia, donde las disidencias de las FARC y el proscrito ‘Ejército de Liberación Nacional’ (ELN), se han convertido en los carteles del narcotráfico de mayor influencia económica y militar en América. Por temor, la gente prefiere congraciarse con la guerrilla que con el ejército y la policía, dada la beligerancia de los terroristas que recorren en camionetas blindadas la región petrolera y las zonas ganaderas de la frontera con Venezuela. Los terroristas colombianos se refugian en Venezuela porque cuentan con el amparo de la Guardia Nacional Venezolana, que recibe órdenes del Palacio de Miraflores en Caracas.
Entre tanto, miles de migrantes venezolanos siguen invadiendo a Colombia, ubicándose en parques y avenidas de Cúcuta, Pamplona y Bucaramanga, como si se tratara de agentes de la dictadura que de manera sutil avanzan en la toma de posiciones para una posible y sospechosa operación bélica de grandes proporciones y con el propósito criminal de sabotear los próximos electorales que se desarrollarán durante los meses de marzo, mayo y junio en territorio colombiano. ¡Ojos abiertos y oídos despiertos para nuestro país, objetivo terrorista del régimen comunista de Caracas!