No hubo sorpresa. Las últimas encuestas mostraban que habría segunda vuelta, que Petro tocaba techo, que Fajardo venía en barrena, que Gutiérrez estaba estancado y que, en cambio, Hernández subía de manera rápida. Con su competidor quieto, era evidente que el Ingeniero superaría a Fico.
Varios perdedores. Fajardo y la Coalición de la Esperanza. Apenas 885 mil votos. De milagro salvaron el umbral. Los partidos, todos derrotados. Uribe y el Centro Democrático que ni siquiera tuvieron candidato propio. Duque, corresponsable de esa debacle. La ciudadanía castigó cualquier asomo de continuidad. La plaza pública: Petro y Fico las llenaron, pero en las urnas fueron decepcionantes. Y, aunque haya sido el más votado, el mismo Petro. Hubiera preferido mil veces enfrentar a Fico.
Hernández es el único ganador. Varios factores jugaron a su favor: uno, su focalizado discurso anticorrupción en una sociedad harta de los corruptos; dos, su negativa a hacer alianzas con unos partidos desgastados y desprestigiados. Es un verdadero outsider; tres, ubicarse por fuera de la polarización entre Petro y el “de Uribe”. Es el “centro”; cuarto, encarnar “el cambio”. Petro lleva más de 20 años en la política; finalmente, como Hernández era mucho más competitivo para enfrentar a Petro, se le deslizaron votantes que, por encima de todo, son antipetristas.
De cara a la segunda vuelta, el escenario de Petro es complicado. Fracasó su táctica del todo vale y volver su campaña una cloaca para ganar en primera. Hernández le arrebató la bandera del cambio y lo dejó sin discurso. Atizar la polarización para enfrentar “al de Uribe” se quedó sin sustento. Rodolfo es cualquiera cosa menos uribista. Y el santandereano maneja las redes mejor que él.
Una semana después, la estrategia de la izquierda es evidente: intentar, contra la evidencia, “uribizar” a Hernández y acusarlo de corrupto y misógino. Y, en especial, promover el voto en blanco.
Petro sabe que la inmensa mayoría de los votantes de Fico (23,9%), Rodríguez (1,3%) y Gómez (0,2%) son antipetristas y se inclinan naturalmente por el Ingeniero. También una fracción de los que votaron por Fajardo. Sumados al 28,2% de Hernández, le darían una amplia victoria.
Para Petro conseguir esos votos es imposible. La estrategia, por tanto, es conseguir que no voten por Rodolfo. Cada voto en blanco es uno menos para su competidor y uno menos que él necesita para alcanzar la mayoría. El voto en blanco baja la vara de votos totales que se necesitan para alcanzar el 50% más uno.
A Rodolfo le bastaría con no equivocarse. Pero esta semana metió la pata varias veces. A pesar de su edad, parece tener un temperamento impulsivo. Y maltrató innecesariamente a los uribistas y a los cristianos.
Esos errores se reflejan ya en las encuestas. Aumenta mucho el número de ciudadanos que no saben cómo votar y los que votarían en blanco. La estrategia de la izquierda está funcionando. Rodolfo debe corregir y los demás no podemos olvidar el objetivo: que tengamos nuevas elecciones en cuatro años, preservar la democracia y las libertades, y evitar la implantación de políticas socialistas que aumenten la inflación y el desempleo y ahonden la pobreza. Petro es saltar al abismo.