El comportamiento de la ciudadanía para contribuir a la derrota de la pandemia universal, impone medidas muy sencillas que pueden salvar vidas humanas. Bañarse las manos cada tres horas, porque son el instrumento de contagio de muchas enfermedades, es una regla elemental de urbanidad. Portar el tapabocas para evitar los virus y las bacterias que se trasmiten en las gotas de saliva, al momento de estornudar. Inclinar la cabeza al saludar a las personas y ubicarse a considerable distancia de su interlocutor, será en adelante el nuevo estilo de vida. Realizar la desinfección de los vehículos de transporte y del calzado que utilizamos en nuestras labores diarias. Aplicar la misma fórmula para la limpieza de los muebles y utensilios del hogar, le hace bien a la salud de la familia.
Habrá necesidad de actualizar los textos de la Urbanidad de Carreño sobre las buenas costumbres; sobre los nuevos parámetros de comportamiento humano, a partir de esta dura arremetida de la peste universal que ha matado a miles de personas.
La dura lección que ha costado millonarias pérdidas de vidas humanas y de recursos económicos, cambiará la historia de la humanidad. La campaña pedagógica adelantada personalmente por el señor presidente de la república, Iván Duque Márquez, por la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, por el ministro de salud y protección social, por las fuerzas militares y de policía, ha sido eficaz para detener la expansión de la peste universal.
Pero hay que seguir cumpliendo con los protocolos de bioseguridad, que consiste en portar los elementos de protección, los tapabocas y los guantes, evitando llevar a los hogares el contagio de una pandemia que ha puesto en peligro la supervivencia del género humano.
Parece que estos cuidados elementales para la salud humana sean un juego de niños, porque estamos acostumbrados al escepticismo y a la indiferencia frente al dolor ajeno. ‘Hay que cuidarse porque la vida no retoña’, decían nuestras abuelas.
“El que ama el peligro, en él perece’ otro proverbio popular tan oportuno para esta época, en que estamos expuestos a morir ahogados y tirados al fuego en los crematorios de los cementerios.
Habrá que buscar más adelante la recuperación de la economía; la recuperación de las fuentes de trabajo y ocupación; la reactivación del sector productivo. Todos los seres humanos estamos condenados a muerte por esta terrible pandemia que ha dejado ciento ochenta mil (180.000) muertos en menos de dos meses, siendo los Estados Unidos, China, Italia, España, Francia, Alemania, Brasil y Ecuador, los países que han sufrido los efectos de esta guerra biológica, provocada por un virus invisible, que ha derrotado a las potencias más importantes del mundo y que ha colocado en condiciones de igualdad a ricos y pobres, a negros y blancos.
¡Hagámosle caso al señor Presidente de la República, al ministro de salud, a los secretarios de salud de los departamentos y municipios, a los directores de los hospitales y clínicas, a los comandantes de la fuerza pública, a los gobernadores y alcaldes, a los médicos que están luchando contra un enemigo invisible que la ha robado al mundo miles de vidas humanas, dejando una terrible huella de dolor en ciento ochenta y cuatro (184) países del planeta tierra!