En el examen venían tres preguntas de esas capciosas, que son una trampa, que sabes que no tienen respuesta concreta, pero la más difícil de todas era sin duda: “Mencione tres exponentes de la tecnocumbia”.
Sí, le atinaste, Selena fue una de ellos, pero… ¿y luego?
Así como la Atlántida, los dragones orientales y los unicornios, la tecnocumbia es una de esas cosas que tenía muy buena pinta para ser un boom generacional sin comparación, pero que no terminó por cuajar del todo. Por eso, muchos no conocemos bien su génesis o algo más allá de la reina del Tex Mex. Por eso, tras horas de baile, sabrosura y sudorosa discusión, nos dimos a la tarea de trazar el recorrido de la cumbia colombiana en el mundo e indagar en los baúles de la vergüenza de los archivistas mexicanos, donde más se ha deformado, y concluímos que, al igual que Dios, la tecno cumbia no existe… pero es.
Dicen por ahí que Estados Unidos crea un ritmo y el Reino Unido llega a mejorarlo. Pero más allá de ser esta una ambigua y sonsa premisa, funciona para explicar lo que sucede en Colombia: el Norte suele salir con algo bueno, pero llega llega a Colombia y parte traseros… y los hace menear con toda.
Durante la última década de los ochenta e inicios de los noventa, en el extremo contrario de la música ranchera, la mejor balada romántica y la música grupera, la cumbia seguía imperando en las cantinas improvisadas y las pistas de baile más paila del sur Colombiano.
Sin embargo, ya no era la cumbia de antes, aquella que mezclaba rock con chicha peruana, son cubano e identidad colombiana. Se trataba de una nueva era: la cumbia comenzaba a imitar al norte, ese territorio limítrofe a estados unidos al que nunca le dio pena mirar directamente a los ojos y usar los artefactos más sofisticados para hacerlos sonar de la peor manera.
Poco a poco, la cumbia del sur Colombiano comenzó a incorporar teclados como los que usaban Los Temerarios, aceleró y sexualizó su ritmo, le metió fuerza y ganas a las baterías eléctricas, y a los bajos ecualizaciones muy agudas y cromadas. Mientras tanto, los rancheros del norte seguían perfeccionando la balada romántica con la influencia que la música texana estaba imprimiéndole.
No por nada los primeros discos de Víctor Bolaños están plagados de ese tufillo vivaracho-country tan característico. Estamos hablando de los estertores de los setenta, época en la que el cantante (llamado Víctor Bolaños) salido del macizo colombiano, influenciado por las tejanas y los vaqueros rubios.
Comenzó su historia pero que mejor escucharlo y verlo como lo puedes disfrutas en tarimas y rumbas en el Cauca, Putumayo, Caquetá y Nariño