El sufrimiento que afrontaron numerosos empresarios, finqueros, ganaderos, dirigentes políticos y funcionarios públicos, que murieron en cautiverio durante los treinta mil casos de secuestro cometidos por las guerrillas de las FARC, del EPL y del ELN, fue durante medio siglo la herramienta cruel de los terroristas que ahora tienen asiento en el Congreso de la República y que conspiran desde allí contra el gobierno del presidente Iván Duque Márquez, un alma generosa y un líder juvenil que asumió las riendas del poder hace veinte meses en medio de la polarización provocada por el embeleco de un proceso de paz, que se convirtió en el mayor monumento a la impunidad que haya padecido Colombia.
Nada comparable con la orden de aislamiento obligatorio que se ha producido en el país con la piadosa y sabia determinación del gobierno para salvarle la vida a millares de compatriotas amenazados por la pandemia del coronavirus, que ha estremecido al mundo y que ha causado una terrorífica mortandad de seres humanos en los países de Asia y Europa, donde han fallecido millares de personas, víctimas de una extraña enfermedad que parece identificar a las fuerzas satánicas que provocarán el exterminio universal del género humano, algo así como el comienzo del apocalipsis.
En ningún rincón del mundo, ni siquiera en los países más poderosos, se ha podido identificar y controlar el origen del coronavirus, que destruye órganos vitales, especialmente los alveolos del sistema pulmonar, la mayor pandemia que se haya conocido en la historia del mundo. La peste mundial ha provocado la muerte de miles de personas en La China, Australia, Italia, España, Alemania, Israel, Irán y Suiza, habiéndose extendido al continente americano, empezando por los terminales aéreos internacionales de Colombia y Estados Unidos.
En la región de Lombardía, en el Norte de Italia, caravanas de coches mortuorios conducen diariamente centenares de cadáveres hacia los crematorios de los cementerios, con la ausencia total de familiares y amigos en la mayoría de los casos, a quienes, por razones de seguridad sanitaria, se les prohíbe visitar y acompañar a los enfermos, que sufren aislamiento total hasta la muerte.
El presidente de Colombia, Iván Duque Márquez, fuertemente criticado por los grupos políticos de extrema izquierda, ha liderado la campaña de salvamento de todos los colombianos que están expuestos a morir en esta tragedia universal. Lo que ha dispuesto el presidente Duque es un aislamiento obligatorio, diferente a los secuestros que ejecutaron durante medio siglo los bandidos de las FARC, el EPL y el ELN, que mataron a miles de compatriotas y que ahora tienen voceros en el Congreso de la República de Colombia, cuya indiferencia frente a la pandemia contrasta con el empeño y la solidaridad de la mayoría de los colombianos por superar esta terrible prueba del destino, que ha movilizado a la autoridades sanitarias, con el presidente Duque a la cabeza, librando una batalla descomunal contra un enemigo invisible, que cambiará la historia del mundo y que puso a pensar a las grandes potencias sobre la debilidad de los regímenes totalitarios, que promueven el odio contra los países democráticos.
Para los expertos en el manejo del lenguaje debe quedar muy claro que frente a la tragedia mundial que ha provocado la pandemia del coronavirus es mejor el ‘aislamiento obligatorio’ que el secuestro a que estuvieron condenados miles de colombianos durante la época de terror que crearon en Colombia los grupos terroristas, plenamente identificados, algunos de los cuales todavía constituyen una plaga maldita que tiene representación en el Congreso de la República y que no deja florecer la democracia.