La policía Nacional es una institución civil armada, cuyo objetivo principal debería ser la promoción de la “sana convivencia” y la prevención del delito.
Ante estos básicos preceptos la policía está atrasada en la tarea de perfeccionar a todos sus miembros en las áreas que tienen que ver con el despliegue y desarrollo de comunidad, sin estar sugiriendo la creación de un grupo especializado en favores a la sociedad, sino que dominen los argumentos del verdadero proceso comunitario.
Esto haría parte de una dinámica de ampliación de los horizontes de la policía, sin estar por exclusividad dedicados a formarlos en el estricto cumplimiento textual de los escritos de ley que nunca benefician al pueblo, pese a que todos los integrantes de esa fuerza de seguridad también son “pueblo”.
La policía debe ser un organismo con el máximo de valoración y profundo respeto por parte de nosotros, y no, ese ente que por la acumulación de garrafales errores procedimentales y las perversas alianzas de los indeseables que se confabulan con la delincuencia y prostituyen sus sagrados fundamentos.
Queremos y necesitamos a la policía, pero una policía que sea sensible, humana y social, que demuestre objetivamente el cumplimiento Constitucional de velar por la defensa de la vida, honra y bienes del pueblo.