RAZONES PARA VIVIR , ¡Decidámonos y pongámonos manos a la obra!

Por los problemas que se nos presentan a diario, creemos de manera errónea que es imposible ser felices.

Nunca he entendido por qué siempre les apuntamos a las tristezas o a las depresiones, antes que a las esperanzas.

Por una extraña razón creemos que nos vamos a hundir de buenas a primeras, sin siquiera visualizar ‘flotador alguno’.

Si usted y yo ‘exageráramos’ nuestras alegrías, de la misma forma como lo hacemos con nuestras penas, nuestros problemas perderían importancia.

Pero, no vemos el lado positivo.

¿Por qué?

De pronto consideramos que no nos basta con lo que tenemos y pensamos que todo en nuestra vida tiene que ser color de rosa. Así las cosas, cuando una espina nos pincha, nos deprimimos.

Solemos gozar de tantas bendiciones que incluso muchas veces las pasamos por alto. En cambio, vivimos deseando lo de los otros y no nos detenemos a valorar lo que está a nuestro lado.

Envidiamos las fortunas de los demás y desconocemos nuestros propios tesoros. Consideramos que los demás son más felices, sin analizar que cada quien lleva su propio viacrucis.

Si lo analiza bien, usted tiene innumerables motivos para devolverle a su rostro la alegría. Empezando porque cada día vivo es un regalo.

Si entendiéramos eso de entrada, ninguna situación que nos ocurra nos haría sentir mal.

Si analizáramos bien cuando atravesamos por momentos difíciles, podríamos descubrir razones de peso para superarlos.

Ver la vida de esa forma propositiva es mejor que quedarse con los brazos cruzados o llorando por las supuestas ‘tragedias’ que estemos atravesando.

También ocurre que vivimos pensando más en ‘tener’ que en ‘ser’. Y cuando por diversas circunstancias no obtenemos lo que queremos, nos amargamos.

El asunto no consiste en la posesión o en la acumulación de fortuna, sino en la forma como invertimos nuestro mejor tesoro; es decir, nuestra vida.

Hagamos una pausa en nuestra agitada cotidianidad y preguntémonos:

¿Qué estamos haciendo con nuestro tiempo? ¿Acaso estamos invirtiendo en nuestros anhelos? ¿Qué estamos haciendo para disfrutar el día de hoy, más allá del duro trabajo y de las angustias que nos atormentan?

¡Decidámonos y pongámonos manos a la obra!

Y si fracasamos, no pasa nada; tomémoslo como un aprendizaje.

Porque si seguimos considerando que no hay nada nuevo que podamos aprender, jamás descubriremos ni nos daremos cuenta de cuántas maravillas nos esperan de la vida.

Tengamos presente que en cada uno de nosotros hay infinidad de razones para vivir y, a decir verdad, aún no tenemos ni idea de lo que seremos capaces de lograr.

Démonos la oportunidad de seguir aprendiendo de nosotros mismos, de los que nos rodean, de lo que vivimos y de lo que está ahí, entre otras cosas, porque hay que gozarse la vida más allá de las lecciones que debamos aprender.

Nos corresponde reforzar propósitos válidos en la vida, tales como: superarnos, disfrutar de nuestras familias, viajar, transformar nuestro alrededor de una forma positiva, ser mejores personas y, sobre todo, disfrutar de las nuevas aventuras que la realidad nos depare. ¡Dios lo bendiga!

No pensemos lo peor

¿Por qué pensamos lo peor y tendemos a ver todo lo negativo que hay en las cosas o en las personas?

Tal vez es que tenemos concepción errada de la vida y, de alguna forma, nuestro alrededor se vuelve desesperanzador.

La corrupción, la falta de oportunidades, las enfermedades, las crisis económicas y en general los altos niveles de estrés, de alguna forma, se traducen en una larga cadena de pensamientos negativos.

Debemos ver cada una de estas situaciones, no como problemas, sino como retos por vencer. Deberíamos tener la certeza y la confianza necesarias para derrotar esa pesimista forma de ser y, de paso, entender que tenemos mil razones para vivir.

¡Decidámonos y pongámonos manos a la obra!