La frase con la que titulamos la columna, equivale a que, antes de aprender a nadar, alguien diga a la orilla de la piscina: “mi cuerpo no es muy de flotar”. Por supuesto que su cuerpo flota, lo que falta es que aprenda a hacerlo.
Qué suerte tuvimos de no estar conscientes de nuestras carencias cuando nos dieron una cuchara por primera vez o nos soltamos a caminar, algo que nos ha permitido a prender a luchar superando nuestras carencias o las dificultades que aparecen en nuestras vidas para que podamos lograr las metas.
Hubo regueros, un par de caídas, pero nada que impidiera que al final lo hiciéramos bien.
¿Sabe qué hizo la diferencia? La paciencia de alguien (madre, padre, cuidador) que supo acompañarnos en el proceso. Y tampoco fue un proceso de meses o años.
En poco tiempo y con supervisión ahí estábamos cuchara, tenedor y hasta cuchillo en mano, y correteando por toda la casa.
Así pasa con la tecnología
Es lo mismo con la tecnología, con la diferencia de que nos toma ya en etapa adulta cuando nos da vergüenza decir “quiero aprender, ¿me enseña?”.
Preferimos dar un paso atrás diciendo esa horrible frase del título –no la voy a repetir, no la repita usted-. Es más: ¿por qué la dijo la última vez que la dijo si es mentira?
Por supuesto que somos todos tecnológicos o ecológicos, o artísticos, ponga la etiqueta que quiera. Lo somos en tanto nos involucremos y aprendamos.
Sobran estudios que demuestran que nunca terminamos de aprender. Es natural que nos abrume lo vertiginoso que es el avance tecnológico de la humanidad, que ya sean realidades todo lo que parecían utopías en libros de ciencia ficción.
Que sea abrumador no lo hace imposible de asimilar. El reto está ahí, y no hace falta que de un día para el otro sepamos de todo y sin margen de error. Si necesitamos aprenderlo, hagámoslo. La curiosidad no muere con la edad. Prueba y error, asi como cuando llegas a una administración e improvisas todo la cuestión es que allí los perjudicados son toda la comunidad , pero , como todo, se puede aprender.
Sea usted quien enseñe
Y si a su alrededor hay colegas, familiares o amistades que suelen dar ese paso atrás recitando esa famosa excusa de “es que yo no soy muy…”, entonces sea usted el facilitador. Enséñele. Demuéstrele. Saque unos minutos, nada le cuesta.
En la pandemia muchísimos se enfrentaron a aprender casi a la fuerza a hacer gestiones bancarias, estudiar o aprender virtualmente, y no dolió. Ya es habitual. Lo mismo que la cuchara, caminar, nadar o aprender cualquier destreza tecnológica.
Tal vez porque el mundo estaba en pausa, alguien tuvo paciencia de enseñarles con calma. Que nadie se nos quede atrás dependerá en mucho de nuestra capacidad de compartir lo que sí podemos hacer con los que no se han animado.
Hablamos mucho más de los riesgos y peligros que hay en internet, que de todo lo que puede facilitarle la vida, por ejemplo, a un adulto mayor, a un estudiante rural, que con datos y un móvil, tienen el mundo en sus manos.
¿Sabe qué necesitan ellos? Alguien como usted o como yo, que se siente unos minutos a contarle cómo es eso de los gigas, los megas, subir o bajar contenidos, y muy importante, empoderarlos y demostrar que todos podemos aprender.
Prométame estimado/a lector/a que si usted dijo esa frase del título ¡la va a eliminar de su repertorio! No vaya a ser que su cerebro se lo crea.
Y prométame, como me he prometido yo, que cuando escuche a alguien decir eso, le va a decir: “Eso no es cierto: vení, yo te enseño. Por supuesto que sos tecnológico”.