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Un tamal siempre será rico caliente, en nuestra casa, en la tienda del barrio… pero no por cortesía de un candidato que lo cobrará un millón de veces durante 4 años.

Doña Diana una mujer humilde, quien a su tercera edad y en su “ranchito” alista la gran olla, esa olla donde con amor cocinará la ilusión de muchas personas quienes serán conquistadas por la gentileza y amabilidad de aquellos “lobos” que en esta temporada visitarán cientos de barrios y municipios  sencillos como el de doña Diana.

Un gran encargo ha recibido Diana, ese encargo detrás de una llamada del “Doctor”, aquel quien se quitará la corbata, cambiará su elegante perfume y preparará la sonrisa perfecta para escuchar el clamado barrio y municipios caucanos , a los grandes, chicos y hasta los incrédulos.

Ya Paula la nieta de Diana consiguió en el mercado los ingredientes: la mazorca, un relleno de pollo, carne y cerdo; las hojas de “bijao”, las especies y los condimentos. Ya el fogón y los tizones de leña aguardan para cocinar la mejor estrategia… “los tamales”.

Pero los tamales no pueden estar en silencio, se necesita de Felipe, aquel líder a quien le creen en el barrio, aquel quien convoca, quien “recluta” con esa voz fuerte y convincente a través del megáfono. Un grito, una invitación a recibir con bombos y platillos a los “Dotores” tras unos años de ausencia; para que inicien la fiesta, el compartir y las fotos con todos los vecinos.

Diana sabe que es su oportunidad para ganar algo más de lo normal en la venta de Tamales, pues no todos los días le hacen un pedido tan grande y es el momento para acercarse al Doctor y pedirle por la ayuda de su nieta en un nuevo trabajo, por los materiales para la casita, por el cupo del colegio del hijo de su vecina y decenas de peticiones más.

Diana recuerda mientras envuelve los tamales aquella promesa de un Dotor rebelde en campañas pasadas, uno que le prometió una casa, uno que la convenció porque no era tan “politiquero” como los demás; aquel que por ser ingeniero le iba a regalar una casa bonita para que cambiara aquel gris y oscuro rancho de tejas de zinc. Pero solo se quedó en promesas aquellas palabras de unos años atrás.

Esta vez todo será diferente, los “voladores de pólvora” anuncian la llegada de la comitiva de los Dotores en camionetas, con “Chirimia” a bordo, modelos entregando volantes y afiches. Todo es sonrisas y aplausos, los niños portan camisas del color político que representan en esa jornada, camisa de equipos que coinciden con un mismo número y color. Fotos llenas de sonrisas, abrazos, lágrimas y aplausos. La Tarima está lista para que comiencen las promesas, las ilusiones y el encanto del engaño para los próximos años.

Los ojos esperanzadores desde los miradores y ventanas de las casas, son de aquellos ancianos curiosos que han vivido decenas de veces todas estas ferias tamaleras, donde el olor de la olla, las hojas de bijao y la fusión de los votos hacen la combinación perfecta para una nueva contienda electoral, la cual no debemos olvidar que pronto arranca los que desean repetir o llegar al Senado o a la Camara

Antes de pasar a los discursos, las chirimías  lideran la tarima mientras Diana y otras vecinas sirven el Tamal, con pan y gaseosa (aguadepanela en sitios más tradicionales), comiendo y bailando al ritmo de la orquesta… Varios “guaros” y tragos impulsan a los vecinos más conocedores de política a recordar la historia y pronosticar los próximos resultados de las elecciones.

Esta vez el concierto no solo traerá poemas recitados por los candidatos, sino ahora la estrategia evoluciona, los Dotores harán un completo “Stand up comedy” muy al estilo de los comediantes modernos, sus estrategias de humor sarcástico se centrarán en lo que no hicieron los políticos anteriores y en los errores de los actuales oponentes de las campañas. Les mostrarán uno a uno lo malo que sería votar por los otros candidatos, olvidando realmente las promesas que esta vez van a recitar.

Y justo cuando los aplausos “alcahuetean” el discurso del Dotor, llega una masa de personas vestidas de otro color, muy al estilo de barra brava de otro equipo; con gritos y escándalos se escuchan frases de “afuera corrupto, afuera ladrón” y como una batalla de la época medieval todo es caos, se mezclan emociones y se “rasgan las envestiduras”.

Los vecinos se desconocen; es claro que hay que vencer a los de color contrario. Familias se dividen, se gritan y protegen a sus Dotores como Dioses o salvadores divinos en la tierra, pues solo vale ganar a costa de todo!

Llega el caos, la plazoleta del barrio es un campo de batalla, armados de insultos y con celulares en sus manos, graban los momentos y extienden la guerra a escenarios electrónicos, publican en sus cuentas de Redes Sociales todo ese odio generado por los oponentes políticos. El respaldo en redes va creciendo con los comentarios de apoyo e irrespeto a los que piensan diferente.

Nuevamente se calentaron los tamales, ésta vez en el barrio humilde de Diana, Paula, Felipe  y todos los vecinos. Se calentaron al punto que van a recibir algún estímulo económico el día de las elecciones, todo con el fin de que su “mesías político” no pierda, porque él será el salvador de todas las necesidades.

Minutos después del caos, hojas de bijao, platos de icopor, rostros fotografiados en afiches, latas de cerveza, copas de aguardiente y demás residuos de un “foforro” adornan y contaminan el piso de la plazoleta. Nadie entiende por qué van a apoyar en las urnas a ese “Dotor elegido”; quizás por su rostro, por su amabilidad, por su fuerza al hablar, por las promesas personales … pero nadie en aquella plazoleta leyó, preguntó o investigó las verdaderas propuestas de aquella comitiva.

Propuestas en un limbo, en el mismo limbo donde dicho barrio o municipio humilde reposa durante décadas atrás…

En verdad estimado amigo lector desconozco si a usted le gustaría asistir a esta plazoleta (donde están calientes los tamales), no sé si esta opinión le pueda molestar; pero de seguro puedo argumentar que si llegó hasta aquí; es porque más que un espectáculo colorido de feria tamalera le interesa la lectura; ese mágico requisito para evaluar a los candidatos, para leer minuciosamente cada promesa y validarla con calidad como respuesta a una necesidad social en nuestra comunidad.

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